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La Barquita: zona de riesgo no habitable

Omar Rancier, arquitecto y urbanista, advierte que el traslado de la población a nuevos proyectos habitacionales y la conversión del lugar en un parque es la solución más responsable.

La Barquita es una zona de riesgo. Siempre se va a inundar y por lo tanto, como toda zona de riesgo, no puede ser habitada. Es la reflexión primera que debe hacerse para abordar el problema, en opinión del decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU) y urbanista, Omar Rancier.

El arquitecto, involucrado en el pasado en proyectos de recuperación de zonas de riesgo, sabe con certeza de que habla. Tiene claro que el problema se deriva de la pobreza. "Las familias que emigran a la ciudad sin recursos se instalan en zonas de riesgo: cañadas, de deslizamiento, suelo de basura..." puntualiza.

Todas esas personas deben ser desplazadas, dice Rancier, y recuerda que la Ley sobre Medio Ambiente y Recursos Naturales, en su artículo 110, faculta al organismo a no permitir la ocupación de zonas de riesgo.

EL GRAN PROYECTO CONTRA LAS ZONAS DE RIESGO

La ley no se cumple, y es difícil porque no se han hecho caso a los planes, advierte el urbanista. Recuerda con un dejo de lamento que el proyecto RESURE se haya quedado engavetado. Fue un programa de reestructuración urbana y ecológica de las riberas de los ríos que se planteó durante el segundo período de gobierno de Joaquín Balaguer (entre 1994-1996), como parte de los proyectos del Cinturón Verde.

El RESURE contemplaba en principio el desalojo de todos los barrios que iban desde La Ciénaga hasta La Zurza. Fue reformulado durante el primer gobierno de Leonel Fernández y durante la gestión de Mercedes de Macarrulla en el Consejo Nacional de Asuntos Urbanos (CONAU), como parte de un proyecto con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en el que Rancier participó.

Se hizo, entonces, un estudio y un plan de acción para manejar el problema de los barrios afectados. Se plantearon tres soluciones. La primera implicaba la reubicación de todas las familias que vivían en zonas de riesgo, y la conversión de esos espacios en un gran parque urbano, con el Río Ozama como el gran atractivo y como medio de transporte. Se llegó a dibujar el "Aguaguagua", un sistema de transporte en botes por el río.

La segunda solución se orientaba a la consolidación de los barrios levantados en terrenos firmes, situados en lo que llaman el farallón de la cuenca de los ríos Ozama e Isabela, con actuaciones que implicaban mejoramiento de las vías, creación de espacios públicos y levantamiento de nuevas viviendas en lugares más seguros.

La tercera estrategia consistía en movilizar a las familias que se encontraban en zonas de riesgo a otra zona de la ciudad identificada en Santo Domingo Oeste, en antiguas terrenos del CEAGANA, una dependencia del Consejo Estatal del Azúcar. Se levantarían urbanizaciones integrales - viviendas, escuelas, centros sanitarios, y comercios, entre otras facilidades-. Se reservaron espacios para atraer inversión de industria ligera, de manera que los beneficios de la operación inmobiliaria se invirtieran en la construcción de las viviendas para las familias de menos recursos.

Rancier subraya la decisión que se tomó de no regalar las viviendas. Se daría el terreno y monto inicial, con el compromiso de pago mensual. Se trataba de que los beneficiados apreciaran lo que recibían y mantuvieran el compromiso con la inversión.

Era el gran mega proyecto contra la pobreza, recuerda el urbanista.

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