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Por los siglos de los siglos... atabales

SANTO DOMINGO.- Rey no es el rey de la Cofradía del Espíritu Santo. A sus tres años ni siquiera articula bien las palabras y ya se sienta junto al soberano Casimiro Minier, de 107 años, para tocar al unísono los tambores, como si el ritmo no conociera de arrugas ni pañales.

En el patio de la añeja choza del anciano, antes de llegar a la letrina y después de lo que le queda de cocina, se reúne junto a los niños de Mata los Indios, Villa Mella, con la intención de perpetuar la cultura. Sentado en una de sus dos sillas de guano, Casimiro acomoda su tambor de javilla y cuero de chivo para invocar el "espíritu santo". Los años no son óbice para crear melodía junto a Rey de 3 años, Daniel de 5, Francis de 6, Eliezer y Amelia de 8, las mellizas Yohanna y Yohanny de 10, y Shaina de 13.

Aunque el eco del tambor forrado con cuero de chivo es menor que el de vaca, la diferencia en el sonido no es tan perceptible para quien no conoce de esos menesteres. Un set de palos trae un congo (tambor grande), un conguito, un par de maracas y las canoítas.



Pero los alumnos de Minier no sólo aprenden a tocar las piezas de cabo de año, velorios y santorales, sino que la danza propia de cada ritmo es parte del paquete cultural. Si no fuera porque al viejo Casimiro no le queda dentadura hasta los cánticos tradicionales traspasaría.

En este pedazo de tierra el canto del gallo no despierta a los madrugadores residentes. Quienes no se levantan con un tambor en la mano lo hacen con la Biblia. Aunque es un espacio de mucha tradición africana, el evangelio se ha abierto paso entre los callejones de lodo.



Es una zona repleta de casas en madera con techos de zinc, amplios patios verdes, chivos y cerdos que reaccionan al llamado de sus amos, fogones atravesados por leña, más caballos que vehículos de motor y dos apellidos reinantes: Minier y Brazobán.

A pocos metros desde donde pasa el letargo de los días el mayor de los siete hermanos Minier, una casa en construcción anuncia que allí se instalará el mejorado museo de la Cofradía, ya que el que se inauguró en el 2001 no asegura mantenerse en pie si le golpeaba una fuerte tormenta.



De los hermanos Minier, Sixto fue el más conocido. Junto a Pío Brazobán -por eso los apellidos predominantes en la zona- inauguró el museo en honor a la tradición de sus antepasados. Hoy lo dirige Josefina Tavares, amante y conocedora de la cultura de los esclavos.

Desde que en el 2001 la UNESCO declaró a la Cofradía del Espíritu Santo como "Patrimonio intangible de la humanidad", cientos de turistas nacionales y extranjeros le visitan para conocer más a fondo parte de la cultura africana arraigada desde la época colombina en la Hispaniola.

 Casimiro es "nacío y criao" en Mata los Indios. Forma parte de la Cofradía desde los 14 años. Casi no escucha bien porque lo operaron de un golpe que sufrió en la cabeza, aunque eso no le impide que la música ancestral le corra por la sangre.

 Una baja cultural

"Las cosas han caído porque existe una tiranía entre un grupo de gente nueva y los más viejos. Hay personas que quieren desplazar a otras. A la pobre Josefina la tienen al coger la loma para sacarla de la Cofradía", contó Minier.

Aunque Casimiro es otra víctima de la pobreza, se siente agradecido por lo que tiene. Si algo le ha causado dolor es la traición de la que narra, fue víctima de parte de una persona a quien enseñó a tocar y fabricar instrumentos, que más temprano que tarde le abandonó y robó, más que el crédito de las creaciones ajenas, la confianza de su maestro.

En la casa del más viejo habitante de Mata los Indios se conserva un juego de muebles de la última década del tirano Trujillo, calderos negros sin asa, cucharones de madera, varios congos, conguitos, canoítas y maracas.

Mientras el gato blanco de pintas negras le recuerda al longevo la compañera de toda una vida que murió hace dos años, en su habitación guarda fotos de sus 10 hijos, a los que no ve con frecuencia por las responsabilidades propias de la faena.

Y así pasan los días en Mata los Indios: animales no convencionales domesticados, un museo a la mitad de su construcción y decenas de niños y niñas que prometen por los siglos de los siglos... atables.