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Cinco cosas sobre Rumanía, que asumirá la presidencia de la Unión Europea

Rumanía, que asumirá durante el primer semestre de 2019 la presidencia rotatoria de la Unión Europea por primera vez en su historia, no es solo un antiguo país comunista de 20 millones de habitantes, sino también la patria de prestigiosos cineastas y numerosos hackers.

- Uno de los países más pobres de la Unión Europea -

Con un salario medio de 970 euros brutos al mes y un producto interior bruto (PIB) por habitante equivalente al 62% de la media europea, Rumania es el tercer país más pobre de los 28 Estados miembros de la UE, por detrás de Croacia, con el que está prácticamente empatado, y de Bulgaria.

Tras una dura recesión económica, el país logró un importante crecimiento desde 2014 y este alcanzó el 6,9% en 2017. Pero los analistas alertan ante unos niveles de crecimiento poco sostenibles que se vieron favorecidos por un aumento del consumo y las medidas del gobierno a favor de la función pública.

- Diáspora en el pasado y presente -

Tras la caída del régimen comunista en Rumanía en 1989, unos cuatro millones de personas abandonaron este país.

Por un lado, este éxodo vació algunas localidades rurales y acentuó la falta de mano de obra. Pero, por el otro, comportó importantes envíos de dinero a las familias que se quedaron en el país. Estos alcanzaron los 4.300 millones de dólares en 2017, lo que representó el 2% del PIB del país.

Este fenómeno no es nuevo, ya que importantes intelectuales abandonaron Rumanía antes de la Segunda Guerra Mundial. Por ejemplo, el dramaturgo Eugène Ionesco, el escultor Constantin Brancusi, el compositor Georges Enesco o el poeta Paul Celan.

Francesco Illy, que inventó la máquina de café expreso, y Johnny Weissmuller, que interpretó a Tarzán, procedían de la localidad de Timisoara, al oeste del país, que a principios del siglo XX formaba parte del Imperio Austrohúngaro.

- ¿Silicon Valley o paraíso de los hackers? -

El sector de la informática vive un auge en Rumanía, que los expertos describen como un futuro “Silicon Valley” de Europa del Este. Varias compañías, como Bitdefender o UiPath, llegaron a los mercados internacionales, mientras que miles de jóvenes informáticos son contratados cada año por los gigantes del ramo.

Pero a Rumanía también se la considera un centro operativo de la cibercriminalidad: Ramnicu Valcea, una tranquila ciudad del sur de la que procedían varios piratas informáticos detenidos en los úlitmos años, fue apodada con el mote de “Hackerville” por medios extranjeros.

- Drácula y el príncipe Carlos -

Transilvania, una pintoresca región del centro, es sobre todo conocida por ser la tierra de Drácula. El personaje, que el escritor irlandés Bram Stoker hizo famoso en 1897, está inspirado en el príncipe valaco Vlad Tepes o el Empalador, que reinó en el siglo XV.

También es uno de los destinos favoritos del príncipe Carlos de Inglaterra, que compró allí dos mansiones y lanzó una fundación de protección del patrimonio. Algo que no sorprende, pues el príncipe sería un descendiente del “conde Drácula” y llevaría, según él, a “Transilvania en [la] sangre”.

- Una Rumanía, muchas etnias -

Encrucijada de influencias culturales (romana, otomana, austrohúngara, griega, rusa), Rumanía reconoce oficialmente a sus minorías y 18 de ellas tienen derecho a tener representación en el Parlamento. Las dos minorías más importantes son los húngaros (6,11% de la población, 1,23 millones de habitantes) y los gitanos, con 621.000 miembros oficialmente, si bien podrían ser hasta dos millones, según sus líderes.

Los otros grupos étnicos son mucho más modestos: 51.000 ucranianos, 36.000 alemanes, 28.000 turcos, 20.000 tártaros, pero también hay judíos, albaneses, rutenos... El jefe del Estado, Klaus Iohannis, elegido en 2014, procede de la minoría alemana.

- El cine -

Desde hace algo más de una década, Rumanía brilla en los festivales internacionales de cine gracias a una nueva corriente de cineastas. Directores como Cristian Mungiu, Cristi Puiu, Radu Jude, Calin Peter Netzer o Catalin Porumboiu arrasaron en Cannes y Berlín con obras ancladas en las realidades de la transición poscomunista.

Aclamadas en el extranjero, las películas rumanas penan sin embargo a resultar rentables en su país, a causa sobre todo de la escasez de salas y la preferencia de los espectadores por el cine estadounidense.