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¿De quién hablamos cuando nos referimos a la mujer dominicana?

De familias numerosas y dedicación exclusiva al hogar a menos hijos, más estudios y mayor cabida en el mercado laboral

¿De quién hablamos cuando nos referimos a la mujer dominicana?

Esta historia es parte del especial “Día Internacional de la Mujer” de Diario Libre, realizado por Suhelis Tejero, Margarita Cordero, Tania Molina y Beatriz Bienzobas.

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De tener en promedio siete hijos en los años 60 y estar destinada casi exclusivamente a los quehaceres del hogar, las mujeres dominicanas han ampliado sus horizontes en las últimas cinco décadas, en medio de una transformación que se mantiene en movimiento.

En la actualidad, el promedio de hijos se reduce a dos descendientes por cada mujer, según los datos para 2019 que manejaba el Fondo de Población para las Naciones Unidas, lo que habla de un control en las decisiones de natalidad que antes no existía.

Esa realidad ha significado un cambio de paradigma en el papel de la mujer en la sociedad al darle más posibilidades de estudiar, de trabajar y de encargarse de algo más que las labores del hogar y la crianza de los niños.

Así, ha aumentado su presencia en el mercado laboral en ámbitos en los que incluso lidera con su participación y, al menos en el año 2020, superó ligeramente a sus pares masculinos en ingresos salariales.

En promedio, las mujeres ganaban un salario de 26,915.5 pesos mensuales al cierre del mes de diciembre, un 4 % más alto que el devengado por sus pares masculinos en ese mes, que era de 25,885 pesos al mes, según indican los números de la Tesorería de Seguridad Social.

Llegan también a ser más en empleos relacionados con ocupaciones científicas e intelectuales, en personal de apoyo administrativo, en el sector comercial y están cerca de estar de tú a tú en cargos de gerencia y dirección.

El avance no ha sido igual para todas

Pero los avances no han marchado a la misma velocidad entre todas. Hay más mujeres en actividades más diversas, cada vez más son jefas de hogar, avanzan en sus niveles educativos y en lo que logran escalar a nivel laboral, pero la realidad no es uniforme entre ellas. Los propios datos oficiales revelan que el desarrollo de las mujeres ha sido desigual, no solo en comparación con los hombres, sino entre ellas mismas.

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Infografía

En República Dominicana el avance depende, sobre todo, de las regiones del país en las que viven y de los estratos sociales a los que pertenecen.

Las ciudades en el desarrollo humano

Es en zonas urbanas donde las mujeres tienen más participación en el mercado laboral, mientras en las áreas rurales del país hay una menor tasa de actividad laboral por parte de la población femenina.

La Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples Enhogar 2018 indica que la porción de mujeres económicamente activas era de 42.6 % si vivían en las zonas urbanas, pero se reducía a 32.3 % si el lugar de residencia era rural.

Y la procedencia social también resultó ser un factor determinante para las posibilidades de que las mujeres dominicanas lograran condiciones de vida más favorables: cuanto más alta la escala social mayor participación en el mercado laboral.

Irónicamente, las mujeres con más necesidades económicas eran las que menos trabajaban. La encuesta Enhogar 2018 indicó que entre 27 % y 38 % de la población femenina en edad de trabajar pertenecía a los estratos pobres o muy pobres. Pero al avanzar en las clases sociales mejoraba la inserción laboral, al oscilar entre 42 y 46.5 % según el estrato social.

Cuando las mujeres mandan en casa

El estudio, realizado por la Oficina Nacional de Estadística (ONE) en 2018, señala la disparidad de varias formas. La diferencia de estratos sociales marca fuertemente las desigualdades entre la propia población femenina también en la capacidad de liderar los hogares: un 68.5 % de los hogares en los que las mujeres mandan son de clases media a alta, mientras que el tercio restante son hogares con mujeres de estratos bajos o muy bajos en la jefatura del hogar.

Pero en general, las posibilidades de estudiar y de trabajar en mejores condiciones que hace años han incrementado el número de hogares donde mandan las mujeres.

La encuesta de Enhogar de 2005 hablaba de un 30 % de los hogares liderados por mujeres y un 70 % por hombres. Poco a poco han aumentado los hogares donde la voz de mando está a cargo de las féminas: en 2018 la proporción había subido a 38 % de los hogares con mujeres como jefas de hogar y un 62 % a cargo de los hombres.

El factor cultural como lastre en la igualdad

Las diferencias que se presentan entre las propias mujeres según si viven en el campo o en la ciudad, o si son más pobres o más adineradas, pasando por el acceso a la educación y al mercado laboral, tienen también un factor cultural que pesa en la sociedad dominicana.

Ser jefas de hogar no necesariamente hace que las mujeres logren tomar sus propias decisiones. La Oficina Nacional de Estadística (ONE), con el apoyo técnico y financiero de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), analizó recientemente la dinámica familiar que priva en los hogares rurales —específicamente aquellos que están dedicados a las actividades agrícolas— donde las mujeres son líderes de la familia, ya sea por circunstancias personales o porque son las propietarias de las tierras.

Lo que determinaron las encuestas entre la población femenina en el ámbito rural fue que, cuando las mujeres eran jefas de hogar, pero tenían hijos varones, las decisiones eran consultadas con ellos.

“La búsqueda de ese apoyo masculino viene como consecuencia de los roles y posturas tradicionales de género, reflejados por ciertas imposiciones que condicionan el acceso de las mujeres a algunos derechos, beneficios, o ventajas, que de otra manera no pudieran efectuarse”, señala el estudio.

El grado de dependencia que crean las presiones sociales siguen siendo un factor de exclusión entre los géneros. De hecho, la mitad de las mujeres dominicanas que no recibieron educación indicaron que no lo lograron porque debieron encargarse de los oficios en la casa o porque no había dinero en el hogar para que ellas entraran en el sistema escolar.

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