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El accidente en Baikonur, un nuevo revés para la industria espacial rusa

MOSCÚ. La pérdida hoy de un cohete Protón-M, que debía poner en órbita tres satélites y que se estrelló segundos después de su lanzamiento en el cosmódromo de Baikonur (Kazajistán), supone un nuevo y duro revés para la industria espacial rusa.

El aparatoso accidente no causó víctimas entre el personal de las instalaciones de Baikonur, que Rusia alquila a Kazajistán desde la desintegración de la Unión Soviética.

En las imágenes ofrecidas por la televisión rusa se puede observar cómo pocos segundos después de su despegue el cohete pierde estabilidad, se desvía de su trayectoria vertical, gira, vuela unos instantes paralelamente a la tierra y se estrella contra el suelo causando una gigantesca explosión.

"El primer análisis de la información telemétrica y de las imágenes de los primeros segundos de vuelo del cohete Potrón-M permite suponer que se produjo un fallo en uno de los propulsores de dirección", dijo una fuente de Baikonur a la agencia Interfax.

Agregó que los propulsores de empuje de la primera etapa del cohete continuaron funcionando hasta el momento mismo en que el Protón-M se estrelló contra el suelo.

"A juzgar por todo, los sistemas automáticos detectaron el fallo pero no desconectaron los propulsores de empuje para que el cohete cayera lejos de la rampa de lanzamiento", opinó la fuente, que precisó que el portador se estrelló apenas a dos kilómetros del puesto de mando.

En el lugar de la caída quedó un cráter de entre 150 y 200 metros de diámetro.

El Ministerio de Emergencia de Kazajistán alertó de la amenaza ecológica que supone el accidente, ya que el cohete cargaba en sus depósitos cerca de 500 toneladas de combustible altamente tóxico.

"No veo fundamentos para hablar de una catástrofe ecológica", declaró a la agencia oficial RIA-Nóvosti Tatiana Koroliova, jefa del laboratorio de seguridad ecológica de la Universidad de Moscú, que opinó que casi la totalidad del combustible se quemó en la explosión.

La lluvia que cayó en la región del accidente minimizó los riesgos ecológicos para la ciudad de Baikonur, con cerca de 60.000 habitantes, donde vive el personal que trabaja en el cosmódromo, apuntaron más tarde expertos rusos y kazajos.

El accidente de hoy obligará a suspender todos los lanzamientos desde Baikonur durante unos dos o tres meses, el tiempo que llevarán las labores de limpieza del territorio del cosmódromo, dijo a RIA-Nóvosti una fuente del sector de la industria espacial rusa.

El lanzamiento fallido podría afectar también a la participación de Rusia en importantes programas espaciales internacionales como el de la Estación Espacial Internacional y ExoMars, un proyecto conjunto con la Agencia Espacial Europea de exploración de Marte.

El primer ministro ruso, Dmitri Medvédev, encargó la creación de un comisión gubernamental para investigar las causas del accidente y exigió que le sea presentada una lista con los nombres de los responsables de este fracaso.

Además, el jefe de Gobierno, según declaró su portavoz, Tatiana Timakova, ordenó la elaboración de una serie de medidas para "fortalecer el control en el sector espacial y prevenir este tipo de accidentes".

El cohete siniestrado, un portador de clase pesada, debía poner en órbita tres satélites Glonass-M para el sistema de posicionamiento ruso GLONASS, análogo al GPS estadounidense.

Los cohetes Protón son capaces de llevar al espacio artefactos con una masa de hasta 23 toneladas, según la altura de órbita.

Fuentes de la industria espacial citadas por Interfax cifraron en unos 200 millones de dólares las pérdidas causadas por el accidente.

No es la primera vez que Rusia pierde tres satélites Glonass-M en un lanzamiento: el 5 de diciembre de 2010 tres aparatos de esa serie cayeron en el océano Pacífico debido a un fallo en el bloque acelerador, la última etapa del cohete.

La investigación determinó que ese accidente fue producto de un error humano, ya que se cargó más combustible del necesario en los depósitos del bloque acelerador.

Además, en noviembre del año pasado las autoridades rusas anunciaron la apertura de un proceso penal por el presunto robo de 6.500 millones de rublos (unos 160 millones de euros) durante el desarrollo técnico del sistema GLONASS.

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