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Voleibol
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El relevo se puede observar como nunca en las selecciones nacionales femeninas de mayores

SANTO DOMINGO. En su momento las críticas se dejaron sentir alrededor de la selección nacional de voleibol femenino. La andanada venía marcada porque el equipo de damas repetía jugadoras en la mayoría de sus competiciones internacionales.

Desde que el entrenador Jorge Pérez Vento comenzó el proyecto (1994), salvo muy raras excepciones, se trataba de la misma selección sin grandes diferencias y después del sexteto había poca participación para el resto. La jugadora 12 ó 13 en realidad guardaba poca diferencia. “En ese momento no había ni siquiera jugadora 13 y siempre jugaban las primeras seis”, expresa la exselección nacional, Nurys Arias.

Ella que fue pieza fundamental de esos años iniciales del proyecto de selecciones nacionales femeninas (olviden eso para esos años en categorías menores) recuerda con detalles por lo que atravesó y tiene definida la experiencia. “Cuando él –Pérez Vento- estaba en la selección, él comenzaba y moría con sus primeras seis gallinas. Cuando yo venía de Italia y jugaba, decía que por qué no me daban descanso, pero éramos el mismo grupo. Cuando eran equipos fáciles moría con su sexteto, decía vamos a acabar rápido para que descansen”.

Esta ocasión, en la actualidad, el asunto es diferente. Las jugadoras 12 y 13 deben ser más consideradas a la hora de desestimar una u otra, salvo que el torneo en cuestión se trate de uno que admita dar una oportunidad. En caso de unos Juegos Panamericanos, Copa Panamericana o Mundial o la Liga de Naciones, la jugadora 12 de la selección nacional femenina de mayores debe tener ciertas condiciones como para jugar incluso en el sexteto o como un cambio defensivo o un bloqueo.

Eso ya se nota en categorías menores. En los primeros partidos de la Copa Panamericana sub23 que culminó ayer en Lima, Perú, el dirigente de ese equipo, Wagner Pacheco dejó en la banca a Brayelin Martínez por lo menos ante Costa y Rica y México, porque con el resto de las compañeras podía ganar esos encuentros y así fue. Eso no hubiera sucedido a mitad de los 90s y hasta mitad de los 2000, no porque las de ese grupo tenían menos calidad, sino porque eran las mismas 12, de las que usualmente jugaban seis, no más de ocho. “Perfectamente, eso es así”, comenta Arias.

Ahora tomemos como referencia el segmento de los Juegos Centroamericanos y del Caribe y comencemos con los Juegos de San Salvador, 2002, partamos de ahí. La razón es porque fue a partir de El Salvador donde comenzó el dominio centro-caribeño dominicano. Este grupo lo conformaron Juana Saviñón, Yudelkys Bautista, Evely Carreras, Alexandra Casó, Annerys Valdez, Yndys Novas, Nurys Arias, Milagros Cabaral, Francia Jackson (capitana), Kenia Moreta, Sidarka Núñez y Karla Echenique.

Con esa referencia y hasta la cita anterior de los Juegos de Barranquilla, 2018 han participado en total 31 jugadoras, de las que 20 jugadoras han repetido en más de un torneo, con la perenne y “piel de guayacán” Annerys Valdez como la única con las cinco ediciones y Prisilla Rivera Brens “piel de acacia” con cuatro.

Mientras cuatro (Saviñón, Novas, Núñez en 2002 y Dahiana Burgos en 2010) jugaron un solo torneo centro-caribeño en el período 2002-2018. Novas fue selección en la de Maracaibo 1998, al igual que Arias. Ese grupo jugó una vez, algunas por antigüedad en servicios, otras por lesiones y sin dudas también porque la competencia subió.

Estas son las selecciones nacionales de los últimos cinco Juegos Centroamericanos y del Caribe, cuyos títulos ha ganado el equipo femenino dominicano. Se incluye primeramente el equipo de Maracaibo, 1998.

Brayeline entra adelantada en el 2014 con relación a ese grupo, cuando fueron sus primeros Juegos. Ella pertenece al grupo que ganó el Mundial sub20 en el 2015. Y en el 2018 cuando debutan Gaila González y Vielka Peralta, ambas vienen de ser medallistas de oro sub20 en el Mundial de 2015 y bronce en el Mundial sub23 de 2017.

Un aspecto claro es que la cantera de jugadoras prolonga la carrera de las atletas. Arias está consciente de eso. “Si hubieran existido 18 ó 20 jugadoras, todavía estuviera yo jugando, Milagros o Cosiris. Ahora llegan de reforzar y tienen un mes de descanso. Yo llegaba de reforzar en Italia y al día siguiente jugaba con Mirador y practicaba con la selección”.

Es así. Igual le ocurría a sus compañeras, Milagros y Cosiris, como a Evelyn Carreras, Yudelkys Bautista, entre otras.

¿Más difícil o más fácil?

Quizás dependa como se vea. Lo más adecuado es que sea un tormento en la actualidad definir una selección.

Veamos. “Es más fácil, porque como hay más jugadoras que tienen más condiciones para jugar”, entiende Arias, quien ahora es entrenadora de categorías menores del proyecto de selecciones femeninas. “Por ejemplo con Xs equipo una jugadora puede jugar y como quiera va a ganar”.

La postura del seleccionador del equipo mayor, Marcos Kwiek contrasta en cierta forma con la de Arias. “En realidad trabajamos para seguir teniendo más jugadoras de buen nivel. Mientras más tengamos, mejor es para la selección. Te sube la competitividad, las peleas por posiciones y así hay que trabajar mucho más porque nadie está seguro”.

Un país de más de 10 millones de habitantes no es para compararse con naciones como Brasil, México, Estados Unidos, China o alguna nación europea, que por nivel de población pueden engrosar sus selecciones. “No estamos al nivel de tener dos o tres jugadoras para las diferentes posiciones”, señala Kwiek. “Y mientras más tengamos jugadoras, más difícil se hace por los puestos. Ver quién está mejor para tal o cual torneo es un dolor de cabeza. Para conformar un equipo de 12 o 14 jugadoras ya se hace bien difícil”.

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