Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Finanzas personales
Finanzas personales

De abraham y los cinco usureros

Expandir imagen
De abraham y los cinco usureros

Cité a Abraham en mi oficina. Llegó referido por mi tío Alberto que, luego de leer la historia de Susana, pensó que podría ayudarlo también.

“Abraham es muy buen empleado”, me adelantó tío Alberto. “Vino bien referido, y desde que ha estado trabajando de mensajero en mi bufete lo ha hecho con cuidado y responsabilidad.”

“De ser así, ¿cuál es el problema?”, le pregunté, curioso, a mi tío abogado.

“El año pasado su esposa enfermó de los riñones. Cáncer. Algo muy triste”, me explicó. “Eran ellos dos solos, y él la apoyó y acompañó hasta el final.”

“Aunque nosotros también le dimos una asistencia financiera, por lo visto el lío fue mayor y el pobre Abraham parece que está hasta el cuello en deudas.”

Conocía la estadística: La principal razón de sobreendeudamiento tiene que ver con problemas de salud, propia o de alguien querido. Le tocó, tristemente, a Abraham confirmar la estadística.

Ingresos, gastos... y deudas

“Tómese el cafecito, Abraham. Le voy a hacer algunas preguntas, y quiero que me responda las cosas como son.”

“Así será, don Alejandro. Yo quiero hacerle frente a tantos líos, pero de verdad no encuentro cómo hacerlo.”

“Vamos al grano. ¿Cómo fue que surgió tanta deuda?”, le pregunté de entrada.

Abraham me confirmó lo que ya sabía. La enfermedad de la ahora fallecida, aunque relativamente corta, fue muy costosa. Requería tratamientos y medicinas especiales que, en sus palabras, “Ni yo sé cómo fue que pudimos pagar.”

“Entiendo”, le dije, con tristeza. “Vas a ver que podrás recuperarte. Te lo mereces, después de tanto sacrificio.”

“Háblame de tu realidad ahora. ¿Cómo te estás manejando? ¿Dónde vives? ¿Cuánto ingresas? ¿En qué gastas?”

Mi nuevo amigo ganaba RD$13,500. Le entraban netos y en efectivo.

“Después de la muerte, me mudé a una pieza. Una habitación. Como estoy solo, no necesito más. Ahí pago RD$3,200”.

En comida, ¿cuánto se te va?

“Solo tengo una ollita en la habitación y ahí me preparo mi arroz yo mismo. El ‘acompañe’ lo compro en la calle.”

Aunque Abraham no tenía el dato, lo estimamos en unos RD$2,000 al mes.

El otro gasto era el transporte en “Metro”. Mensualmente se erogaban unos RD$1,000 y ese monto es bastante fijo.

Sumando los gastos de Abraham, llegamos a RD$6,200. Restándolo de sus ingresos, quedaban RD$7,300 para compromisos financieros y para los gastos discrecionales.

“Don Alejandro, yo no gasto en más nada, ni tengo malos hábitos. Soy cristiano, y trato de vivir con lo que tengo. Por lo que le explicaré ahora, verá que a mi no me queda nada que no sea para pagar deudas”, me dijo.

Felicité a Abraham, pero le recordé que el trabajo también se hizo para que podamos disfrutar de sus frutos. Igual, para simplificarnos, asumí que no había otros gastos.

Los líos, de antes y ahora

La principal deuda de Abraham eran una serie de pagarés. A una tasa de más del 300% anual, implicaban cuotas de RD$5,880.

“También hay otras deudas, Don. Algunas las busqué para pagar los mismos pagarés.”

Fuimos deuda por deuda. En total, cinco líos, cada uno con un usurero diferente. Todos pagaban sólo interés, al 10% quincenal (es decir, más de 240% anual).

Con estos últimos “líos”, no había pagaré, sólo la promesa de pago. Entre todos, implicaban cuotas al mes de RD$2,560.

Sumando las cuotas de préstamos de Abraham, la conclusión era arrolladora: Pagaba el 62% de su sueldo a los usureros. RD$8,440 o RD$2,200 más que lo que destinaba a techo, comida y transporte.

Resumimos las cifras, pues Abraham nunca había hecho un ejercicio de presupuesto como éste. Vimos el déficit mensual de RD$1,140, que él ya conocía, y que últimamente había solventado con algún extra de tío Alberto o... ¡con más líos!

“Vamos a revisar tu historial de crédito”, le dije al chofer. “Ay, Don. Ahí se va a encontrar con otro lío mío del pasado”.

Ya lo sabía. Hace años, cuando Abraham era un jovencito de 20, tomó un préstamo rápido de RD$30 mil en un banco que ya no existe. “Cosas de muchacho, Don. No se qué decirle. Perdí el trabajo, y no pude pagarlo. Hace un año me acerqué, e hice algunos pagos pero... No se cómo explicarlo, en la oficina de cobros me dijeron que debía más de RD$130,000. ¿Eso es posible?”

Le dije que podía ser, sumando penalidades, intereses y moras de tantos años. Al volver a hacer pagos, sin saberlo, Abraham había dado nueva validez a la deuda en su buró ya que, por el tiempo transcurrido, debió ser eliminada de su historial.

Tres llamadas y una esperanza

Con deudas de más de RD$170,000 (e incrementándose por RD$1,000 con cada mes que pasaba), un buró “sucio” y las puertas cerradas en la banca que lo obligaban a recurrir a los usureros del 240% y 300% anual, solo y con nada a su nombre, la situación de Abraham era triste.

Pero tenía solución.

La primera llamada fue al dueño de la oficina de cobros, por casualidad amigo mío. “Tony, queremos pagarte. Pero con todas esas moras y penalidades jamás. Ayúdanos, incluso con el capital. Te haremos un pago total en efectivo”, me la jugué.

“Déjame hablar con mi gente, y te aviso.” En efecto, lo hizo. La deuda quedó en RD$25,000 si hacíamos el pago total.

La segunda llamada fue a la misma asociación de ahorros y préstamos de La Vega que me ayudó con el caso de Susana.

“Este es un caso más complicado, con este historial de crédito y tantos líos de usureros”, le expliqué a Irlonca y Deschamps. “Pero revisé los números. En el fondo, Abraham quiere pagar y, precisamente porque los líos son con usureros, si él se sigue manejando con austeridad, de hecho las probabilidades de que no les pague a ustedes son bajas”, les aseguré.

Tardaron poco en responderme. “De acuerdo, Alejandro. Apoyaremos a Abraham, con dos condiciones. La primera es que haremos los pagos directamente a los usureros, con sus instrucciones.”

Para cumplir con la segunda condición, tuvimos que llamar al jefe de Abraham. “Tío Alberto, si él lo autoriza, ¿tú te comprometerías a depositarle RD$3,900 de su sueldo todos los meses en una cuenta nueva que él abrirá en la asociación?”

“Si el mismo Abraham lo autoriza por escrito, claro que sí. Pero, ¿para qué?”

Un nuevo comenzar

Con la deuda reestructurada y renegociada, las cuotas de Abraham ahora serían de sólo RD$2,900 y no los RD$8,440. Ahora contará con un superavit mensual de RD$4,400 para mejorar su vida.

“Eso está muy bien, sobrino. ¿Pero por qué me instruyen a depositar RD$3,900?”

“Porque Abraham también se comprometió a ahorrar RD$1,000 mensual. Cuando, en dos años, haya abonado el préstamo, además de limpiar su historial y recuperar su crédito, tendrá RD$24,000 a su nombre. Son tres meses de sus gastos fijos, para cualquier emergencia”.

Abraham asintió. Y sonrió.

TEMAS -