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Cooperativas
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El reto cooperativo 2.0

Por Alejandro Fernández W.

Analista financiero

En lo que se define quién supervisará y regulará de forma independiente a las cooperativas (porque, estemos claros, ahora nadie lo hace), son muchas las iniciativas que estas entidades pueden tomar, por voluntad propia, para mejorar su nivel de transparencia frente a sus miembros, frente al mercado en general y ante las autoridades.

Hace tres años, allá por el 2015, publicamos por primera vez el Índice Web Cooperativo Argentarium (IWCA), en el que evaluábamos el nivel de transparencia de un selecto, pero importante en términos de activos, grupo de cooperativas de ahorro y crédito en lo que concierne a ciertas informaciones y documentos que entendemos deberían ser de dominio público.

De transparentarse de manera abierta, estas informaciones incluso facilitarían que cualquier analista pueda valerse de ellas para poder recomendar, o por lo menos ponderar, las propuestas de valor de cada entidad y hacerlo de una manera sustentada y sistemática.

Motivábamos el IWCA como una herramienta mínima que requeriría Argentarium, por ejemplo, para poder integrar en nuestros análisis, comentarios y publicaciones la perspectiva cooperativa, algo solicitado por muchos de nuestros lectores.

El IWCA sigue el mismo modelo y metodología del indicador de transparencia IWBA que aplicamos regularmente a las primeras 20 entidades de intermediación financiera fiscalizadas por la Superintendencia de Bancos.

No pedimos mucho: Que se publiquen sus estados financieros auditados, calificaciones de riesgo, tasas de interés activas y pasivas, tarifarios de servicios, contratos de adhesión y otras herramientas básicas para sus socios miembros o los interesados en asociarse.

Cuando divulgamos el primer índice bancario, los resultados de la banca múltiple y de las asociaciones de ahorros y préstamos fueron pésimos. De hecho, se quemaron: En cumplimiento de nuestro sencillo “estándar” promediaban a penas 48%. ¿Cinco años después? Se ha elevado a 90% y un total de 10 entidades alcanzan el 100%.

La banca formal asumió nuestro reto de manera directa y frontal, totalmente voluntaria, pues se trataba de simples mejores prácticas propuestas por un simple escribidor, no necesariamente de regulaciones o exigencias supervisoras.

¿Y las cooperativas? Estas, las agrupadas en la Asociación de Instituciones Rurales de Ahorro y Crédito (AIRAC), también se “quemaron” en nuestra primera medición, pues promediaron un pírrico 7% en el 2015.

Tres años después, y con un caso excepcional que muestra que cuando se quiere se puede, lamentablemente el índice cooperativo promedio a penas se elevó de 7% a un todavía lamentable 23%, es decir, a la mitad de donde estaba la banca en nuestra primera medición.

Aún no logro comprender como los directivos de una cooperativa con casi RD$10 mil millones entienden que no es necesario o buena práctica publicar sus estados financieros auditados. Son entidades “abiertas”, a las que cualquier interesado en el mercado podría integrarse, y uno pensara que información como esa debería ser de dominio público.

En cualquier caso, valgan las felicitaciones a la Cooperativa Mamoncito que logró elevar su calificación de un 10% a un 90%. Solamente le falta obtener una calificación de riesgo externa para poder llevarse nuestro reconocimiento por cumplir el 100% del IWCA.

Igualmente reconocemos a las cooperativas La Altagracia y Aspire, por hacer un esfuerzo importante, aunque más modesto, que el de Mamoncito.

Estoy convencido que las cooperativas de ahorro y crédito dominicanas tienen un inmenso potencial, aún sin explotar, para ampliar y masificar sus operaciones en el país, sobre todo en segmentos poblacionales grandes pero mal atendidos por la banca formal.

Ojalá que se despierten y se dejen de estar esperando leyes, regulaciones y superintendencias que, seamos realistas, a este paso, quizás nunca llegarán.

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