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Percepción
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Percepciones del delito

El impacto económico de sus actividades no se limitó al medio millón de dólares de la época que robó

Los violentos hechos delictivos ocurridos en el país, atribuidos a una banda dirigida por el hijo de quien fuera, años atrás, el mejor o uno de los mejores pilotos de la aviación comercial dominicana, hacen recordar los acontecimientos en torno a otra figura que en su momento ocupó la atención de los medios de prensa.

Otro John, en ese caso John Dillinger, se distinguió por la osadía de sus asaltos a bancos en los EE.UU. durante los agitados 1930s. En alrededor de un año, participó en al menos doce asaltos a bancos, número que algunos estiman fue mucho mayor. No sólo se atrevió a irrumpir en lugares vigilados, sino que varias de las armas usadas por su grupo fueron obtenidas en asaltos a comisarías de policía. Aunque técnicamente sólo había violado leyes estatales, el Director del FBI aprovechó la oportunidad para reforzar la reputación y las atribuciones de la agencia federal a su cargo, respondiendo al clamor por acción y convirtiendo a Dillinger en el Enemigo Público No. 1.

El impacto económico de sus actividades no se limitó al medio millón de dólares de la época que robó, suma inferior a la que las autoridades gastaron persiguiéndolo. Tampoco se limitó al costo derivado de la inseguridad y el temor resultantes. Su mayor incidencia, igual que ocurre con cualquier otro delito de alto perfil, fue que mientras se mantuvo en libertad sus aparentes “hazañas” contribuyeron a reducir la percepción del costo, y elevar la correspondiente al beneficio, asociada al crimen, auspiciando su reproducción.

Dillinger conocía los peligros. Expresó al respecto que viajaba por un camino de una vía, sin engañarse acerca de cuál sería su final, pero no anticipó que sería traicionado por uno de sus acompañantes. La dama de rojo, color que parecía tener el vestido naranja que llevaba puesto esa noche, hizo posible que cayera abatido a la salida de un cine en Chicago, recibiendo varios impactos de bala.

gvolmar@diariolibre.com

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