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Dolencias postales

Fue una vez la joya de la administración pública estadounidense, apreciado por su eficiencia, su puntualidad y la vocación de servicio de sus empleados, dispuestos a cualquier sacrificio para cumplir con su deber. Y era el mayor distribuidor de cartas, revistas, documentos y paquetes, a veces esperados con ansiedad por sus destinatarios.

Inspirado a su vez por el correo real inglés, el servicio postal estadounidense vivió mejores tiempos en sus 237 años de historia. A pesar de sucesivos incrementos en sus tarifas, no ha podido salir del marasmo de los déficits y las deudas.

El viernes pasado se reveló que de octubre a diciembre del año pasado perdió 1,300 millones de dólares, cifra ésta equivalente a la suma de los bonos soberanos que va a vender el gobierno dominicano más los bonos que vendió el Banco de Reservas. Mejoró, gracias a la correspondencia electoral, respecto de los 3,300 millones que perdió en igual período del 2011, pero en el año 2012 completo perdió la increíble cifra de US$16 mil millones.

Una pérdida de esa magnitud no ocurre de la noche a la mañana. El correo viene perdiendo desde hace tiempo, golpeado por sus dos grandes adversarios: las compañías privadas de entrega de paquetes y correspondencia, y el internet con sus mensajes electrónicos y sus redes sociales, que le han quitado sus mercados más rentables.

Su precaria situación la muestran las medidas que está tomando. Algo parecido a lo que pasa con los apagones de la CDEEE, mientras más servicios da el correo mayores son sus pérdidas. Resolvió, por lo tanto, que a partir del próximo agosto dejará de repartir correspondencia y revistas los sábados.

El correo es afectado también por el alto costo de su plan médico y de retiro, pero su principal debilidad fue no haber sido capaz de modernizar sus servicios. Dejó, un poco como sucedió con IBM y las computadoras, el negocio del futuro en manos ajenas.