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Lealtades frágiles

Es indudable que las empresas son un componente integral de las comunidades y países en que operan. Compañías que por décadas han estado localizadas en una ciudad pasan a ser simbólicas de ellas, como si fueran parte del paisaje, igual que sus parques, iglesias, ríos o montañas. Cuando una de esas empresas desaparece, su pérdida se lamenta como la de un miembro de la familia. Pero cuando una de ellas decide o evalúa mudarse para otro lugar, su actitud se equipara a una traición amorosa.

Algo así está pasando con la compañía Fiat en Italia. Fundada en 1899 en Turín es el emblema corporativo de esa ciudad, tan vinculada a su imagen y tradiciones como el manto que se conserva en su catedral. Ahora se informa que Fiat estudia trasladar su sede a los Estados Unidos, lo que para los italianos es incomprensible, sabiendo que muchas empresas estadounidenses han movido sus plantas hacia el extranjero. Irónicamente, la posibilidad de traslado es fruto de algo que los italianos vieron con orgullo. Fiat salvó a Chrysler, ya bajo protección por quiebra, de una posible liquidación. Le aportó su valiosa tecnología para la producción de motores y vehículos pequeños, áreas en la que Chrysler era débil, y adquirió el control de la empresa.

Fiat no ve a Europa como su principal mercado futuro. A pesar de que en abril las ventas totales de vehículos en Europa subieron un 1.7% respecto del 2012, las ventas de Fiat en ese mercado bajaron un 10% y las de su marca Alfa Romeo se desplomaron en un 33%. Aunque ya posee el 58.5% de Chrysler, su objetivo es adquirir el restante 41.5% y acometer la completa integración funcional de ambas empresas, con un solo centro corporativo general. En el 2012, Fiat vendió 1,100,000 vehículos en Europa y 1,700,000 en los Estados Unidos.

Algunos analistas piensan, sin embargo, que el traslado es sólo una amenaza para conseguir concesiones del gobierno y de los sindicatos italianos.