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Línea bandera anterior

Nos llenaría de orgullo y satisfacción ver aviones de bandera dominicana cubriendo nuestras rutas. ¿Por qué, nos preguntamos, tienen que ser compañías extranjeras las que controlen el servicio? ¿Es que no podemos hacer lo mismo que ellos?

El país tuvo su línea bandera nacional y la perdió. Durante medio siglo, desde el centenario de la independencia en 1944 hasta 1995, los aviones de la Compañía Dominicana de Aviación, o Dominicana de Aviación como se la conoció después, surcaron los cielos. Inicialmente operó las confiables aeronaves Douglas DC-3, 4 y 6, tanto para carga como para pasajeros, pasando luego a los "jets", mayormente equipos fabricados por Boeing.

Un movimiento de opinión, del que participa una agrupación de tripulantes dominicanos, aspira a que la RD disponga de una nueva línea aérea nacional. Compartimos esa aspiración, pero la propia experiencia de la desaparición de nuestra línea bandera anterior hace pensar que no debe ser en base a crear otra compañía estatal.

Como su propietario, el Estado no le dio el apoyo que se espera de un accionista de una empresa. No invirtió en adecuar su flota frente al alza de los combustibles. Favoreció la erosión de sus mercados con su política de cielos abiertos. Desperdició ofertas de colaboración. Ignoró propuestas para crear un centro regional de mantenimiento. Interfirió con sus prioridades de rutas. Promovió acuerdos ruinosos con empresas extranjeras. Politizó sus políticas de empleo. Y las aprovechó para que funcionarios públicos viajaran y transportaran carga gratuitamente.

No queremos que eso suceda de nuevo, aparte de que sería inaceptable que en una época de estrechez de recursos fiscales como la actual, el gobierno dispusiera de fondos para una iniciativa perdidosa.

Pero a nivel mundial las aerolíneas, incluso las privadas, están inmersas en un nuevo escenario de negocios, según comentaremos en otra columna.