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Ataques en París: Es momento de comprometerse, no de retirarse temerosamente

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Ataques en París: Es momento de comprometerse, no de retirarse temerosamente
El presidente François Hollande (c), junto con el primer ministro Manuel Valls (2i), el presidente del Senado Gerard Larcher (i) y el presidente de la Asamblea Nacional Claude Bartolone (2d). (EFE/STEPHANE DE SAKUTIN)

La solidaridad y las acciones inteligentes son los únicos medios para vencer al terrorismo. El sangriento atentado terrorista ocurrido en París es la peor pesadilla de la civilización: ataques indiscriminados en el corazón de una ciudad capital contra un pueblo tranquilo, culpable solamente de disfrutar una comida o escuchar música. Después de los ataques suicidas con bombas en Beirut, está claro que estamos viviendo otro espasmo de terrorismo islámico, al mismo tiempo que se ven amenazados los territorios de los extremistas en Siria e Irak.

La reacción inmediata del mundo civilizado hacia los ataques en París debe ser la de valentía colectiva frente a semejante atrocidad; elevada vigilancia e intercambio de inteligencia; y solidaridad internacional con el pueblo francés.

Las filas de donantes de sangre afuera de los hospitales parisinos son testimonio de la determinación y humanidad de la población de esta gran ciudad. El despliegue masivo de tropas en las calles de Francia y la imposición de un estado de emergencia son necesidades lamentables. Las expresiones de simpatía del extranjero son sentidas: “Nous sommes tous Français”.

Como de costumbre en ataques semejantes — en Nueva York y Washington en 2001, Madrid en 2004, Londres en 2005, Mumbai en 2008, y París a comienzos de este año — los terroristas están decididos a matar los ideales, así como a los individuos. Están atentando contra los principios de las sociedades libres, las libertades individuales y los derechos colectivos.

Es vital que se defiendan estos valores, en lugar de que se diluyan, en medio del clamor de los políticos populistas que ofrecen soluciones simplistas y, a menudo, contraproducentes. Quizás se deban otorgar más poderes a la policía, a las autoridades fronterizas y a las agencias de inteligencia en toda Europa para ayudar a contrarrestar semejante escalada de extremismo. Pero eso sólo debería hacerse en el contexto de un completo debate democrático y rendición de cuentas.

Los ataques ocurren en un momento de aguda vulnerabilidad para Europa conforme lidia con una crisis de migrantes y refugiados que se origina en el norte de África y en el Medio Oriente. Millones de personas desesperadas han estado huyendo de la salvaje barbaridad que ahora han sufrido las calles de París.

La respuesta a mediano plazo en Francia — y en el resto de Europa — debe ser abordar la clara enajenación de una pequeña minoría de sus propios ciudadanos. El presidente François Hollande ya ha reconocido que existe evidencia de complicidad en los ataques desde dentro de Francia.

La respuesta a largo plazo tiene que incluir a Siria, donde atrocidades similares se han convertido en tragedias diarias. El Estado Islámico, el cual ha establecido un dominio total sobre partes del país, se ha atribuido la responsabilidad de los ataques en París, aunque esto no ha sido confirmado aún. Pero sin dudas sus territorios en Siria están sintiendo la presión de las acciones coordinadas de la fuerza aérea estadounidense y las milicias kurdas sirias, ahora listas para empujar rumbo al sur hacia Raqqa, baluarte del grupo terrorista.

La mística del Estado Islámico es la de una poderosa organización sunita, la cual no tolera oposición alguna y no contempla compromiso alguno. Se están exigiendo más acciones coordinadas de parte de todas las potencias externas involucradas para destruir esta amenaza totalitarista en el terreno.

Debería haber un compromiso semejante para ayudar a proteger los civiles en Siria, quienes han sido traumatizados tanto por el Estado Islámico como por el régimen del presidente Bashar al-Assad. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, más de 9.5 millones de la población de Siria de 23 millones antes de la guerra han sido desplazados por los combates. Alrededor de 3 millones de ellos ha huido al extranjero. Se les debe dar más consuelo y esperanzas a estas personas.

Eso significa que las potencias extranjeras tendrán que impulsar aún más una transición política en Siria que intente distinguir entre los intereses del estado sirio y los del régimen de Assad.

Éste es el momento de un mayor compromiso con respecto a las regiones turbulentas del mundo, no de una retirada temerosa.

(c) 2015 The Financial Times Ltd. All rights reserved

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