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Batalla sobre la ‘Brexit’ afecta al mundo

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Batalla sobre la ‘Brexit’ afecta al mundo
El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. (EFE/OLIVIER HOSLET)

El Reino Unido necesita tener voz en Europa y el bloque también se beneficiaría de tenerla. Una carta de Donald Tusk, el presidente del Consejo Europeo, esboza un acuerdo de la Unión Europea (UE) sobre la membresía del Reino Unido (RU) que se acordará durante la reunión de jefes de gobierno del 18 y 19 de febrero. En esa ocasión, competirá por la atención con el tema, todavía más controvertido, de la inmigración. Tal vez eso hará que les facilite a los demás miembros el aceptar las concesiones — aunque limitadas — que se le ofrecieron al primer ministro del RU David Cameron. Pero ¿serán suficientes para influenciar su próximo referéndum a favor de permanecer en la eurozona?

Si alguien estuviera convencido de que el RU debiera salir de la UE, este acuerdo no cambiaría su opinión. El acuerdo propone un mecanismo para proteger la posición de los miembros que no forman parte de la unión económica y monetaria. Sin embargo, anota el Sr. Tusk, esto “no puede constituir un veto ni retrasar las decisiones urgentes”. Una vez más, los jefes de gobierno debemos “precisar nuestro compromiso de incrementar los esfuerzos para mejorar la competitividad”. El consejo se ha comprometido con un objetivo de retórica similarmente vaga al menos desde el lanzamiento de su agenda de Lisboa en el año 2000.

En materia de soberanía, la declaración reconoce que el RU “no se ha comprometido a una mayor integración política”. Pocos pudieran haberse imaginado que lo estaba. Por último, en relación con los beneficios para los migrantes, el boceto del acuerdo propone un “mecanismo de salvaguardia”, pero uno que el RU no podría implementar unilateralmente y cuyos detalles están aún por decidirse.

En definitiva, el Sr. Cameron ha trabajado mucho para producir poco. Su premisa ha sido que el RU sólo tiene cabida en una “UE reformada”. Los ‘euroescépticos’ argumentan que, dado el hecho de que la unión continúa estando fundamentalmente carente de reformas, la lógica de su propia posición es la salida. Y tendrían razón.

Por consiguiente, la negociación ha subrayado lo obvio: si tiene sentido o no que el RU permanezca en la UE de la manera en la que se encuentra. El acuerdo no cambia los argumentos intelectuales.

Los antecedentes de la elección también son incómodamente claros. El RU es un miembro relativamente indiferente de la UE. Los británicos no sienten la necesidad de formar parte de la unión para fortalecer la legitimidad de sus instituciones políticas. No tienen ningún interés en unirse a la moneda única. Ellos (al menos los ingleses) son, en su mayoría, renuentes fuereños. Eso no va a cambiar.

Al mismo tiempo, el 44 por ciento de las exportaciones del RU tiene como destino la UE, ante un 17 por ciento que va a EEUU. Y no menos importante es el hecho de que la estabilidad política y la prosperidad del continente es (y siempre ha sido) un vital interés británico. Pudiéramos resumir la actitud de la siguiente manera: “No queremos estar dentro pero tampoco queremos estar fuera. Así es que, por favor, hagan una UE que nos guste”.

Los europeos continentales también se debaten sobre la cuestión británica. Dados los desafíos existenciales que enfrenta la UE, lo último que necesitan es una prolongada incertidumbre sobre el lugar de este miembro reacio. Sin embargo, es difícil argumentar que la unión estaría en una mejor posición sin su segunda mayor economía, la cual pertenece a un país con una larga historia de estabilidad democrática; con estrechas conexiones con las democracias anglosajonas; con un eficaz sistema de seguridad; con una liberal actitud con respecto al comercio; y con una perspectiva global.

Por lo tanto, ésta es una relación ineludiblemente incómoda. Pero también ha sido una relación viable. Ésa es la razón por la cual este referéndum representa un riesgo tan innecesario, no importa cuán importante pueda haber parecido la amenaza euroescéptica en relación con el control del poder del Sr. Cameron. Si el voto es “No”, el país y la UE enfrentan, como mínimo, un prolongado período de incertidumbre. Si el voto es “Sí”, pero sólo marginalmente, esta incertidumbre pudiera perdurar por años.

Los euroescépticos desafían la opinión de que ésta ha sido una relación viable. Ellos argumentan que la UE ha envuelto a la economía del RU en una dificultosa burocracia. Sin embargo, los análisis de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) consistentemente demuestran que la economía del RU se encuentra entre las menos reguladas de todos sus miembros. El sólido desempeño del mercado laboral del RU apoya esta conclusión.

Numerosos euroescépticos también insisten en que la City de Londres está sofocada por la regulación. Sin embargo, la crisis financiera sugiere que el problema fue más bien a causa de una regulación permisiva y no de lo contrario. Muchos también se quejan de la inmigración proveniente de la UE. Sin embargo, la inmigración neta viene más de países no comunitarios que de la UE.

Nadie puede argumentar de manera creíble que ser miembro de la UE haya sido un obstáculo significativo para la prosperidad del RU. Los principales obstáculos — una deficiente educación y una escasa inversión, por ejemplo — son producto del país en sí. Cabe la posibilidad de que la UE se convierta en un obstáculo significativo en el futuro. En ese caso, el RU debiera salirse. Pero es demasiado prematuro hacerlo en la actualidad.

Al mismo tiempo, mediante la participación en la UE, el RU tiene voz en relación con los asuntos de sus vecinos más cercanos y, junto a ellos, con los del mundo. Sí, si el RU estuviera fuera de la UE, podría decidir sus propias leyes. Pero perdería esa voz. Incluso si fuera posible, la opción de dejar la unión — mientras que busca disfrutar del acceso actual a los mercados — representaría lo peor de ambos mundos: el estar bajo las normas de la UE sin tener voz en la UE. Una salida completa sería mejor.

Con los partidarios de “Salir” siendo incapaces de ponerse de acuerdo sobre las alternativas, y con los de “Permanecer” apuntando hacia un viable ‘statu quo’, este último debiera ganar. El hecho de que el principal liderazgo político y una gran parte de las grandes empresas sean partidarios de “Permanecer” debiera reforzar esa probabilidad.

Sin embargo, numerosas personas desean enormemente darles una buena sacudida a las opiniones respetables. Eso hace que el resultado sea muy incierto. Pero no significa que sea menos importante. Sí, ésta es una relación difícil y, sí, puede que llegue el momento en el que ya no funcione. Pero ese momento no es el actual.

El RU necesita tener voz en Europa. Europa también necesita que el RU la tenga. Es una relación de la cabeza, no del corazón. Pero todavía continúa siendo una relación que vale la pena tener. Esto es cierto en el caso del RU. También es cierto en el caso de sus socios y aliados.

(c) 2016 The Financial Times Ltd. All rights reserved

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