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Colombia enfrenta ola de migrantes de Venezuela

Maduro se deleita con carne de res mientras los ciudadanos venezolanos huyen a los países vecinos

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Colombia enfrenta ola de migrantes de Venezuela
Colombia se ha llevado la peor parte del éxodo. Ahora hay al menos 1 millón de venezolanos en este país de 50 millones de personas. (AP)

Contenido sindicado

Cuando Nicolás Maduro hizo una escala en Estambul en un vuelo de regreso de China, se aseguró de cenar en un restaurante gourmet conocido por sus filetes de costilla que cuestan US$100. Mientras el chef cortaba la carne junto a su mesa, el presidente venezolano murmuró: “Esto es una sola vez en la vida ¿verdad?”.

La escena, que se volvió viral en las redes sociales esta semana, provocó indignación internacional. Mientras el Sr. Maduro se deleitaba en el extranjero con la primera dama, Cilia Flores, los venezolanos están huyendo del hambre en su país en lo que se ha vuelto un éxodo que cada vez se compara más con la huida de los refugiados sirios y los migrantes africanos que cruzan el Mediterráneo.

La desesperación de los migrantes es visible en la frontera venezolana con Colombia. La semana pasada, los refugiados le pidieron ayuda a Luis Almagro, el jefe de la Organización de Estados Americanos. Uno de ellos tenía un cartón con un mensaje que decía: “Los venezolanos exigen una intervención”.

La ONU dice que 2.3 millones de venezolanos — 7 por ciento de la población — han huido de una economía en seria crisis, de la hiperinflación y de un gobierno de izquierda que, bajo el Sr. Maduro, no da señales de abandonar el poder. Más de la mitad de estos inmigrantes han mostrado señales de desnutrición, a pesar de venir de un país que solía ser el más rico del continente.

El asunto se ha vuelto mundial y probablemente se plantee en la Asamblea General de la ONU en Nueva York la próxima semana. Nikki Haley, embajadora de EEUU en la ONU, ha visitado la frontera dos veces recientemente, y Washington ha enviado un barco hospital a la costa colombiana para tratar a los inmigrantes venezolanos.

Reportes desde el norte de Colombia sugieren que algunos inmigrantes cruzan la frontera, pero mueren en la pobreza, y que sus familias carecen de dinero para siquiera enterrar sus cuerpos.

Colombia se ha llevado la peor parte del éxodo. Ahora hay al menos 1 millón de venezolanos en este país de 50 millones de personas, donde casi el 25 por ciento de ellos viven en la capital, Bogotá. Pueden verse a algunos de ellos durmiendo en las calles, vendiendo dulces en los autobuses o pidiendo comida.

Para Colombia, cerrar la frontera no es una opción práctica. No sólo dejaría atrapados a los venezolanos dentro de su estado fallido, sino que la frontera tiene 2,200 kilómetros de largo y gran parte de ella está cubierta de un denso sotobosque.

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) dice que Colombia necesitará US$1.6 mil millones al año para lidiar con la afluencia. Eso equivale al 0.5 por ciento del producto interno bruto en un país que, después de medio siglo de guerra civil, tiene sus propios problemas. El Programa Mundial de Alimentos dice que, aunque Colombia ha avanzado en su intento por reducir la pobreza, “la crisis migratoria pone en peligro los logros recientes”.

El dilema de Colombia se repite en algunos otros lugares. Perú es ahora el segundo mayor receptor de migrantes venezolanos, con 437,000 que se encuentran ya allí y 1,300 que llegan cada día.

Cuando Nicolás Maduro hizo una escala en Estambul en un vuelo de regreso de China, se aseguró de cenar en un restaurante gourmet conocido por sus filetes de costilla que cuestan US$100. Mientras el chef cortaba la carne junto a su mesa, el presidente venezolano murmuró: “Esto es una sola vez en la vida ¿verdad?”.

La escena, que se volvió viral en las redes sociales esta semana, provocó indignación internacional. Mientras el Sr. Maduro se deleitaba en el extranjero con la primera dama, Cilia Flores, los venezolanos están huyendo del hambre en su país en lo que se ha vuelto un éxodo que cada vez se compara más con la huida de los refugiados sirios y los migrantes africanos que cruzan el Mediterráneo.

La desesperación de los migrantes es visible en la frontera venezolana con Colombia. La semana pasada, los refugiados le pidieron ayuda a Luis Almagro, el jefe de la Organización de Estados Americanos. Uno de ellos tenía un cartón con un mensaje que decía: “Los venezolanos exigen una intervención”.

La ONU dice que 2.3 millones de venezolanos — 7 por ciento de la población — han huido de una economía en seria crisis, de la hiperinflación y de un gobierno de izquierda que, bajo el Sr. Maduro, no da señales de abandonar el poder. Más de la mitad de estos inmigrantes han mostrado señales de desnutrición, a pesar de venir de un país que solía ser el más rico del continente.

El asunto se ha vuelto mundial y probablemente se plantee en la Asamblea General de la ONU en Nueva York la próxima semana. Nikki Haley, embajadora de EEUU en la ONU, ha visitado la frontera dos veces recientemente, y Washington ha enviado un barco hospital a la costa colombiana para tratar a los inmigrantes venezolanos.

Reportes desde el norte de Colombia sugieren que algunos inmigrantes cruzan la frontera, pero mueren en la pobreza, y que sus familias carecen de dinero para siquiera enterrar sus cuerpos.

Colombia se ha llevado la peor parte del éxodo. Ahora hay al menos 1 millón de venezolanos en este país de 50 millones de personas, donde casi el 25 por ciento de ellos viven en la capital, Bogotá. Pueden verse a algunos de ellos durmiendo en las calles, vendiendo dulces en los autobuses o pidiendo comida.

Para Colombia, cerrar la frontera no es una opción práctica. No sólo dejaría atrapados a los venezolanos dentro de su estado fallido, sino que la frontera tiene 2,200 kilómetros de largo y gran parte de ella está cubierta de un denso sotobosque.

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) dice que Colombia necesitará US$1.6 mil millones al año para lidiar con la afluencia. Eso equivale al 0.5 por ciento del producto interno bruto en un país que, después de medio siglo de guerra civil, tiene sus propios problemas. El Programa Mundial de Alimentos dice que, aunque Colombia ha avanzado en su intento por reducir la pobreza, “la crisis migratoria pone en peligro los logros recientes”.

El dilema de Colombia se repite en algunos otros lugares. Perú es ahora el segundo mayor receptor de migrantes venezolanos, con 437,000 que se encuentran ya allí y 1,300 que llegan cada día.

Como ha señalado el jefe del BID, Luis Alberto Moreno, los seis países latinoamericanos que reciben más migrantes venezolanos tienen un ingreso promedio per cápita de sólo US$17,000. Por el contrario, la cifra es de más de US$46,000 para los seis países europeos que han soportado el peso de la crisis migratoria del Mediterráneo.

En una reunión en Ecuador este mes, las naciones latinoamericanas firmaron la Declaración de Quito, en la que acuerdan relajar algunos requisitos de ingreso mientras a la vez intensifican los esfuerzos para proteger a los inmigrantes del crimen organizado.

El Sr. Maduro dice que sólo 600,000 venezolanos se han ido y que muchos lo lamentan. Los conminó a dejar de “limpiar inodoros en Miami” y regresar a casa.

Durante su visita a la zona fronteriza la semana pasada, el Sr. Almagro acusó al régimen del Sr. Maduro de indolencia e inmoralidad por permitir la tragedia y de mentir sobre su magnitud. Un periodista le preguntó si la comunidad internacional debería considerar la intervención militar para derrocar al régimen de Maduro.

“No deberíamos descartar ninguna opción”, dijo.

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