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Muerte
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Cómo los líderes corporativos manejan la mortalidad

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Cómo los líderes corporativos manejan la mortalidad
Cadáver. (FOTO DE ARCHIVO.)

Por Andrew Hill

La muerte de Sergio Marchionne pone de relieve un tabú corporativo.

La muerte y la enfermedad son los últimos tabúes corporativos, tal y como lo revela el fallecimiento de Sergio Marchionne, el director ejecutivo de Fiat Chrysler Automobiles.

El Sr. Marchionne era una imponente figura, arquitecto de la transformación de no uno, sino de dos legendarios fabricantes de automóviles. Es por esto que su repentina muerte el mes pasado, a los 66 años, alimentó las especulaciones sobre lo que había sucedido. El hospital suizo donde falleció trató de detener los rumores, pero en vez le dio un nuevo giro a la historia, al afirmar que había estado tratando al Sr. Marchionne, "debido a una enfermedad grave", durante más de un año. Fiat Chrysler comentó que no había tenido conocimiento de su estado hasta días antes de su muerte.

Las juntas directivas tienen derecho a estar al tanto de la salud de sus altos ejecutivos. El Sr. Marchionne debiera haber informado a sus directores sobre la gravedad de la situación, la cual, basada en el vídeo de su última aparición pública en junio, se estaba volviendo obvia; o su presidente, John Elkann, el nieto del gran estadista industrialista de Fiat Gianni Agnelli, debiera haber indagado al respecto.

Sin embargo, las obligaciones regulatorias no son tan claras. Las compañías que cotizan en bolsa generalmente revelan hechos importantes que pudieran afectar las decisiones de los inversionistas sobre si comprar o vender acciones de la compañía. Pero en materia de salud, el derecho a la privacidad a veces supera la necesidad de transparencia.

El fallecimiento de un jefe corporativo es el equivalente a la muerte de un monarca, un momento en el que se entrelazan el poder, la riqueza, la ambición y las preocupaciones familiares.

El Sr. Elkann comprende la delicadeza de tales situaciones mejor que la mayoría. Cuando su abuelo Gianni murió de cáncer en 2003, el liderazgo de la compañía familiar pasó a manos de su tío Umberto, quien murió de cáncer un año después. Esos anuncios fueron cuidadosamente organizados. Apenas unos días después del funeral de Umberto, con Fiat al borde de una crisis de sucesión, el Sr. Marchionne fue nombrado director ejecutivo y el Sr. Elkann vicepresidente.

Existen otros precedentes sobre cómo manejar las insinuaciones de mortalidad a nivel de la junta directiva y cómo no hacerlo.

Las enfermedades tratables y los accidentes son relativamente simples. En 2012, por ejemplo, Warren Buffett anunció que tenía cáncer de próstata en etapa temprana y les dijo a los inversionistas de Berkshire Hathaway que su condición no era "remotamente mortal o siquiera debilitante de ninguna manera significativa". Dos años más tarde, Jamie Dimon, el director ejecutivo de JPMorgan Chase, modeló su declaración de que tenía un cáncer de garganta curable basándose en la del Sr. Buffett. "Me siento muy bien en este momento y les informaré a todos si mi situación de salud cambia", les indicó a los inversionistas.

Cuando, en julio de 2015, Bill McDermott, el director ejecutivo de SAP, tuvo un grave accidente que finalmente le costó la pérdida de un ojo, la compañía no detalló qué tan cerca estuvo de perder la vida hasta tres meses después. Además de pasar una semana recuperándose en el hospital, el Sr. McDermott me dijo el año pasado, "realmente no había un momento en que Bill no fuera Bill, el CEO de SAP", lo cual es una buena regla general para cuando las juntas directivas debieran activar los planes de sucesión o informar al mercado.

Cuanto más grave es la enfermedad, más aguda es la sensibilidad. En mayo de 2010, Sara Lee, el grupo de productos envasados, declaró que la directora ejecutiva, Brenda Barnes, se había enfermado, y un mes más tarde admitió que había sufrido un derrame cerebral, lo cual al final llevó a su renuncia en agosto y a una apresurada búsqueda de un sucesor. Del mismo modo, Hunter Harrison, el altamente valorado (y muy bien pagado) director de CSX, continuó afirmando que estaba en perfectas condiciones para dirigir la compañía a pesar de necesitar una máquina de oxígeno portátil durante una reunión de accionistas en junio pasado. En diciembre, la compañía declaró que el Sr. Harrison estaba de licencia médica. Él falleció dos días después. Comparemos a CSX con la aseguradora AIG, la cual reveló en 2010 que su director ejecutivo, Bob Benmosche, estaba siendo sometido a "quimioterapia agresiva" sólo cinco días después del diagnóstico de cáncer. El Sr. Benmosche, quien sobrevivió otros cinco años, actuó tan rápidamente que incluso algunos miembros de su familia sólo se enteraron de que estaba enfermo cuando leyeron la declaración reglamentaria.

En el otro extremo del espectro de la divulgación se hallaba Steve Jobs. El director de Apple notoriamente ofuscó los hechos de su cáncer en 2008-09. Enfurecido por las especulaciones acerca de su salud, él publicó una carta abierta en enero de 2009 en la que afirmaba que estaba recibiendo tratamiento debido a "un desequilibrio hormonal". Él no informó a algunos directores de su condición en lo absoluto, pero sí se la divulgó a otros. De acuerdo con el biógrafo Walter Isaacson, "se volvía muy emotivo, tanto despotricando como llorando a veces, cuando criticaba a cualquiera que sugiriera que él debía ser menos reservado", incluyendo a los descontentos accionistas de Apple.

Yo sigo creyendo que los ejecutivos debieran ser sinceros acerca de las peores circunstancias con los colegas, con los miembros de la junta directiva y con los inversionistas, a pesar de las sensibilidades. Pero la aparentemente noble determinación del Sr. Marchionne de preservar su privacidad y la de su familia me ha dado que pensar. Después de todo, como sabiamente comentó un lector del Financial Times la semana pasada, "no 'romper el protocolo' cuando se enfrenta la propia mortalidad" no es de suma importancia.

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