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Despedir al personal es difícil, pero hagámoslo como adultos

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Despedir al personal es difícil, pero hagámoslo como adultos
Desempleo en España. (DIARIO LIBRE/SHUTTERSTOCK)

Por Pilita Clark

Hay muchas maneras de despedir a un empleado, pero siempre es mejor ser franco y directo

Nunca podré olvidar la primera vez que despedí a alguien.

La víctima era un joven reportero, colocado injustamente en un trabajo demasiado grande en una compañía demasiado pequeña para ofrecer un trabajo adecuado. Hubo lágrimas. Hubo sobresalto. Todavía me molesta pensar lo mal que lo manejé.

Lo que no hubo, sin embargo, fue una grabación secreta del despido, como la que Omarosa Marigault Newman dice que hizo cuando fue despedida de la Casa Blanca en diciembre.

La Sra. Marigault Newman, concursante en The Apprentice convertida en asesora en la Casa Blanca, causó un revuelo la semana pasada cuando promovió un libro revelador con lo que ella dijo era una grabación de su despido por el jefe del gabinete John Kelly.

La respuesta de Donald Trump — la llamó un “perro” de mala vida — sugiere que la grabación era genuina, lo cual la hace muy inusual. Se despiden personas todo el tiempo alrededor del mundo y muchísimas tienen un celular. No obstante, rara vez se ve o se escucha un despido.

Lo más se acerca para la mayoría de nosotros es una película de Hollywood como Up in the Air, donde George Clooney protagoniza a un hombre que se gana la vida despidiendo a empleados. O en programas de televisión de realidad como The Apprentice, todavía en el aire en algunos países 14 años después de que el Sr. Trump fuera el anfitrión de su primera temporada en EEUU. Parte de la atracción del programa seguramente son los momentos que destacan los horrores de un despido, un desastre que puede llevar más tiempo de recuperación que un divorcio o la muerte de un esposo.

No lo sé, porque por suerte nunca he sido despedida. Estuve cerca en mis días de estudiante, cuando tomé un trabajo de telemercadeo, vendiendo anuncios para una guía de negocios que nunca estuve segura si en realidad existía.

Nunca logré hacer una sola venta y seguramente hubiera sido despedida si no hubiera tomado la precaución de despedirme a mí misma primero.

Los celulares todavía no se habían inventado, pero aun si hubieran existido, no creo que hubiera tenido la iniciativa para grabar un despido en secreto.

Todavía me asombra oír que las personas lo hagan, aunque puedo ver por qué sucede.

No hace mucho, un hombre que conozco fue totalmente manipulado por jefes que lo convirtieron un chivo expiatorio por el error de un superior.

Lo sometieron a una audición disciplinaria donde estaba tan seguro de que sería tratado injustamente que llevó una grabadora escondida.

Desgraciadamente, se descubrió el dispositivo y él fue despedido por decepción. La reacción fue comprensible pero todavía opino que fue maltratado.

Entonces, ¿serían diferentes las cosas si se hicieran públicos más despidos?

Probablemente no. Se ha escrito una enorme cantidad sobre la manera correcta de despedir a alguien: hazlo siempre en persona y nunca lo hagas sin previo aviso. No pierdas tiempo hablando banalidades. Debes ser directo, pero también compasivo. Nunca digas algo como, “sé cómo te sientes” porque es casi seguro que no es así.

Pero en última instancia nunca habrá una verdaderamente buena forma de despedir a alguien. Es algo horrible de soportar y solamente un psicópata podría disfrutar de su ejecución.

El terror del ser despedido es tan profundo que los trabajadores criticarán abiertamente al jefe por despedir a un colega problemático, aun si la víctima es tan repelente que la oficina entera ha estado soñando por meses con su desaparición.

Por esta razón, tengo gran simpatía por la refrescante actitud que ha adoptado Netflix. La empresa de entretenimiento en línea declara serenamente en su sitio de web que su idea de un gran lugar para trabajar no tiene nada que ver con “almuerzos de sushi” u oficinas lujosas.

Se considera a sí mismo “un equipo no una familia”, donde las personas son bien pagadas, pero se les mostrará la puerta si fallan lo que llama la “keeper test” (prueba de quién se queda): los gerentes tienen que evaluar si harían un esfuerzo para retener a un empleado en la empresa. Si la respuesta es “no”, a un empleado meramente adecuado se le ofrecerá un generoso paquete de compensación por despido para poder encontrar un reemplazo estelar.

No sé si a mí me gustaría trabajar ahí y evidentemente no todas las empresas son lo suficientemente grandes para costear tal política.

Pero tiene dos grandes ventajas. Trata a su personal como adultos y es franca sobre una verdad inevitable: las empresas no existen para hacer felices a sus empleados.

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