Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Petróleo
Petróleo

Facebook, Twitter, YouTube y la tragedia de los comunes

La apertura de las redes sociales impulsa la creatividad, pero permite el abuso y la explotación

Expandir imagen
Facebook, Twitter, YouTube y la tragedia de los comunes
Las redes sociales tienen algunos peligros. (SHUTTERSTOCK)

Contenido sindicado

Es difícil mantenerse al día con la gran cantidad de escándalos, grandes y pequeños, en las que están involucradas las redes sociales como Facebook y Twitter. Se encuentran en problemas constantemente, desde las instancias en que permitieron involuntariamente los esfuerzos rusos para subvertir las elecciones hasta en las que las redes mismas han sido explotadas por extremistas y pornógrafos.

El último incidente involucra a YouTube, que no detuvo la publicación de vídeos que contenían comentarios de pedófilos sobre una variedad de niños y que además permitió que aparecieran anuncios publicitarios junto a ellos. Y sólo meses después de que la plataforma de vídeo de Alphabet enfrentó un boicot de anunciantes en respuesta a vídeos extremistas y tuvo que disculparse humildemente, compañías como Diageo y Mars de nuevo están retirando sus anuncios de la plataforma.

Cada escándalo produce nuevas llamadas para que las redes sean tratadas como editores de noticias, los cuales son responsables de todo lo que aparece bajo sus nombres. Cada incidente les obliga a reforzar sus “estándares comunitarios” y a contratar más inspectores de contenido. Para el próximo año, Facebook tiene la intención de emplear a 20,000 personas en “operaciones comunitarias”, su división de censura.

A pesar de lo tentador que resulta para las publicaciones — que han perdido gran parte de su publicidad digital a los gigantes de Internet — creer que estas redes sociales deberían tratarse como equivalentes exactos, no es una suposición completamente correcta: Facebook no es un periódico con 2.1 mil millones de lectores. Pero ser una plataforma no exime a la empresa de responsabilidad. Por el contrario, hace su carga más pesada.

Una mejor manera de pensar en anuncios políticos rusos, vídeos extremistas, noticias falsas y todo lo demás es como si fueran los contaminadores de los recursos, o bienes, comunes, aunque sean de propiedad privada. El término para esto es la tragedia de los comunes. Los ecosistemas abiertos que son compartidos abiertamente por comunidades enteras tienden a ser despojados.

Garrett Hardin, el ecologista y filósofo estadounidense que acuñó la frase en 1968, advirtió que “la lógica inherente a los recursos comunes inmisericordemente genera una tragedia”, y añadió sombríamente que: “La ruina es el destino hacia el cual corren todos los hombres, cada uno buscando su mejor provecho en un mundo que cree en la libertad de los recursos comunes”.

Su principal ejemplo era el sobrepastoreo de las tierras comunes, que sucede cuando el número de agricultores y pastores que buscan utilizar el recurso de alimentación gratuita para los animales llega a ser demasiado alto. También citó a compañías que contaminan el medioambiente con aguas residuales, químicos y otros desechos en lugar de encargarse de eliminar sus propios desechos. El interés propio racional condujo a que los recursos comunes se volvieran estériles o sucios.

Aquí radica la amenaza a las redes sociales. Se presentaron como recursos comunes, ofreciendo acceso abierto a cientos de millones para publicar “contenido generado por el usuario” y compartir fotos con otros. Eso a su vez produjo un efecto de red: las personas necesitaban usar Facebook y a otros medios sociales para comunicarse.

Pero también atraen a los malos actores, aquellas personas y organizaciones que explotan recursos gratuitos por dinero o motivos pervertidos. Éstos son los contaminadores de los recursos comunes digitales. Y a ellos se suman personas culpables de pecados menores, como gritar fuerte para llamar la atención o atacar a otros.

Como el Sr. Hardin señaló, esto es inevitable. Los recursos comunes digitales fomentan grandes beneficios comunitarios que van más allá de ser un editor en el sentido tradicional. El hecho de que YouTube sea abierto y gratuito permite que florezca todo tipo de creatividad en formas que la industria del entretenimiento no permite. La tragedia es que también faculta a los pornógrafos y propagandistas para el terror.

Así que, cuando Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, denunció la fábrica de noticias falsas de Rusia — “Lo que hicieron está mal y no lo vamos a tolerar” — sonó como el jefe de policía en Casablanca que pretendió estar sorprendido de se estaban llevando a cabo juegos de azar en un casino.

El Sr. Hardin era un pesimista con respecto a los recursos comunes, argumentando que no había una solución técnica y que el único remedio era “la coacción mutua, acordada por la mayoría”. La solución para Facebook, Twitter y YouTube sería volverse más como editores e imponer reglas estrictas con respecto al acceso y el comportamiento. Estas empresas se resisten a esto en parte porque trae una responsabilidad legal más estricta y en parte porque quieren seguir siendo recursos comunes. Pero cada vez que ocurre un escándalo, deben reforzar sus defensas editoriales y acercarse al tipo de monitoreo de contenido que cambiaría su naturaleza.

Cruzarían la línea divisoria si revisaran todo antes de permitir su publicación, en lugar de eliminar el material ofensivo cuando se les avise. Aspiran a una solución técnica: usar inteligencia artificial para identificar infracciones de derechos de autor y ofensas peores antes de que sus usuarios u otras organizaciones las identifiquen.

Más de 75% de los vídeos extremistas eliminados por YouTube se identifican mediante algoritmos, mientras que Facebook ahora encuentra automáticamente 99% del material del Estado Islámico y Al Qaeda que elimina de la plataforma. Es como tener una valla automatizada alrededor de un territorio para clasificar a los explotadores de los participantes legítimos. Sin embargo, las máquinas no pueden resolver todo. Si pudieran excluir a todos los malvados, los recursos comunes se convertirían en otra cosa. La visión de una comunidad sin restricciones es atractiva, pero las utopías siempre son vulnerables.

TEMAS -