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Finanzas chinas están acumulando problemas para el resto del mundo

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Finanzas chinas están acumulando problemas para el resto del mundo
Donald Trump y su homólogo chino, Xi Jinping, se reunirán en Florida, donde posiblemente hablen las políticas comerciales y cambiarias de China. (FOTO DE SHUTTERSTOCK )

Dados sus desequilibrios macroeconómicos, China pudiera desencadenar un caos financiero global.

Donald Trump, el presidente estadounidense, se reunirá esta semana con su homólogo chino, Xi Jinping, en Mar-a-Lago, Florida. Es probable que las discusiones sobre la economía se centren en las políticas comerciales y cambiarias de China. Esto sería un error incluso si las opiniones del presidente de EEUU sobre el comercio no estuvieran equivocadamente concentradas en los desequilibrios bilaterales. Mucho más difícil e importante es integrar a China al sistema financiero. Los políticos estadounidenses debieran preocuparse por la cuenta de capital de China, no por su cuenta corriente. Es ahí donde actualmente se encuentra el riesgo.

¿Por qué importa más la cuenta de capital? La respuesta es que es aquí donde dos aspectos interrelacionados de una economía interactúan con la economía mundial: los equilibrios macroeconómicos entre el ahorro y la inversión; y el sistema financiero. En ambos aspectos, la economía china es, para citar las célebres palabras del ex primer ministro Wen Jiabao, “inestable, desequilibrada, descoordinada e insostenible”. Eso era cierto en 2007, cuando él lo dijo. Actualmente lo es todavía más. La integración del sistema financiero de China en la economía global está llena de peligros, una situación que reconocen las autoridades chinas, a diferencia de sus contrapartes occidentales.

Consideremos algunos hechos. Los ahorros brutos anuales en la economía china representan el 75 por ciento de la suma de los ahorros de EEUU y de la UE, con más de US$5 billones el año pasado. La inversión bruta de China, a un 43 por ciento del producto interno bruto (PIB) en 2015, todavía estaba por encima de su participación en 2008, a pesar de que la tasa de crecimiento de la economía había disminuido por lo menos un tercio. Para mantener una inversión tan alta, la relación entre el crédito y el PIB se elevó del 141 por ciento del PIB a finales de 2008 al 260 por ciento a finales del año pasado. El “sistema bancario en la sombra”, en forma de “productos de gestión de patrimonio” y otros instrumentos, ha explotado. Los préstamos interbancarios también se han disparado. Por último, pero no menos importante, su sistema bancario es actualmente el más grande del mundo.

Financieramente, China es el ‘salvaje este’. Recordemos lo que el ‘salvaje oeste’ hizo durante el siglo pasado: la Gran Depresión y la Gran Recesión se originaron a raíz de la interacción entre las finanzas lideradas por EEUU y la economía global. En vista de sus desequilibrios macroeconómicos y sus excesos financieros, China pudiera generar, como mínimo, la misma proporción de un caos financiero global.

Yo he aducido en otros artículos que es esencial comprender la interacción entre la macroeconomía y las finanzas. Las cuentas externas de China ya desempeñaron un papel importante en el período previo a la crisis financiera de 2007-08. En la actualidad los peligros que crea son aún mayores.

La cuestión macroeconómica es simple: China ahorra más de lo que puede invertir dentro del país. En 2015, el ahorro nacional bruto fue del 48 por ciento del PIB. Los datos del Banco Mundial muestran que los hogares contribuyeron sólo la mitad de esto. El resto provino de las utilidades corporativas y del ahorro del gobierno. Las comparaciones internacionales indican que un crecimiento económico del 6 por ciento requiere una inversión de poco más de un tercio del PIB. Esto indica que el superávit de ahorros de China — es decir el superávit a los requerimientos domésticos — puede llegar hasta el 15 por ciento del PIB.

¿A dónde pudieran ir estos excedentes? La respuesta es: al exterior, en forma de superávits en cuenta corriente. Eso es lo que sucedió antes de la crisis financiera. Es probable que esto fuera también lo que ocurriría actualmente si el gobierno relajara los controles cambiarios y frenara el crecimiento del crédito y de la deuda. El capital fluiría hacia el exterior, el renminbi caería y, con el tiempo, surgiría un superávit en cuenta corriente globalmente inmanejable.

El crecimiento crediticio actual y la consecuente fragilidad financiera son una consecuencia directa del deseo de evitar que esto suceda. Ha sido la manera de mantener la inversión a niveles no económicos. Las autoridades chinas se encuentran en una trampa: o detienen el crecimiento del crédito, dejan que la inversión se contraiga y generan una recesión en el país y/o un enorme superávit comercial; o mantienen el crédito y la inversión en crecimiento, pero endurecen los controles sobre las salidas de capital.

¿Por qué es esencial esto último? Con tan grandes y crecientes suministros de activos financieros líquidos, riesgosos o de bajo rendimiento, además de un enorme flujo de ahorros, sin mencionar la ansiedad ocasionada por la campaña anticorrupción, las corporaciones e individuos chinos han estado desesperados por sacar dinero. Esto explica por qué, a pesar del persistente superávit comercial, las reservas de divisas del país cayeron de US$4 billones en junio de 2014 a US$3 billones en enero de 2017. Las reservas ciertamente pueden caer aún más. Pero las autoridades chinas no desean que caigan indefinidamente. Dado que también reconocen los peligros de permitir que el renminbi caiga demasiado, han debidamente endurecido los controles sobre las salidas de capital.

Supongamos que las autoridades chinas adoptaran, en cambio, la política alternativa de rápida liberalización tanto de las entradas como de las salidas, dependiendo a la misma vez de la expansión crediticia para sostener la demanda interna. Es posible, pero poco probable, que el flujo de dinero hacia China desde el extranjero coincida con la salida, conforme los extranjeros y los chinos han diversificado sus carteras. Sin embargo, eso también causaría tres problemas. En primer lugar, persistirían los desequilibrios macroeconómicos internos. En segundo lugar, el sector financiero se volvería aún más frágil. Por último, este vasto, complejo y frágil sistema financiero se integraría plenamente al del resto del mundo, todavía lejos de estar plenamente estable. En lugar de la crisis financiera china que actualmente muchos consideran inminente, esto aumentaría enormemente la probabilidad de que ocurriera otra crisis global con China, no con EEUU, en el centro.

Éstos son enormes retos que EEUU y China (y también otros países) deben discutir entre sí y en su totalidad. Tienen profundas implicaciones para el comercio, pero no tienen nada que ver con la política comercial. Estos puntos requieren una consideración conjunta de la política macroeconómica y de la financiera. También exigen atención a la gestión de la cuenta externa de China: sobre todo, a los controles de cambio, a la tasa de cambio y a las reservas de divisas.

El Sr. Xi tiene personas en su gobierno que al menos entienden estas cuestiones. ¿Esto también se aplica al Sr. Trump? La estabilidad de la economía mundial depende de la respuesta. Por desgracia, sospecho que es “no”.

Por Martin Wolf (c) 2017 The Financial Times Ltd. All rights reserved

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