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Optimismo tecnológico enfrenta reacción negativa

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Optimismo tecnológico enfrenta reacción negativa
El optimismo de los vanguardistas empresarios de la costa oeste colisiona con el pesimismo de los retrógrados políticos de la costa este. (SHUTTERSTOCK)

Visitar Silicon Valley en la actualidad es emprender un viaje en un cohete con dirección hacia el futuro. La incesante conversación es acerca de otra explosión en el campo de la innovación tecnológica; del rápido desarrollo de la realidad virtual; de los vehículos sin conductor; de la impresión 3D; de los robots; de los medicamentos personalizados; de la aplicación de la inteligencia artificial a las masas de datos; y de una alteración todavía mayor en casi todos los aspectos de la economía.

Es una experiencia estimulante, desorientadora y, a veces, francamente aterradora.

El haber encendido la televisión durante mi visita a Silicon Valley — en un intento de ponerme al día con la campaña electoral — fue como estrellarme de golpe al entrar de vuelta a la Tierra. La temática se concentraba en la desigualdad de ingresos; en el colapso de la clase media; en la prohibición de la entrada de los visitantes musulmanes; y en la construcción de muros para evitar el flujo de inmigrantes que vienen a EEUU.

El optimismo de los vanguardistas empresarios de la costa oeste colisiona con el pesimismo de los retrógrados políticos de la costa este. Esa ‘diferencia costera’ es especialmente extrema en EEUU, pero también existe metafóricamente en muchos otros países. En su forma más simple, es un conflicto dentro de nosotros mismos, tanto como consumidores como ciudadanos.

Los optimistas tecnológicos de California le prometen a nuestro consumidor interno una mayor prosperidad, impulsada en gran parte por las supercomputadoras de los teléfonos inteligentes en nuestros bolsillos. Su objetivo es eliminar las restantes ineficiencias en casi todas las transacciones de los consumidores, de la misma manera como Uber ha revolucionado el oficio de los taxistas y como Airbnb ha desafiado a la industria hotelera, originando nuevas oportunidades económicas durante el proceso. “Tú puedes convertirte en un conductor en una hora. Tú puedes convertirte en el propietario de un hotel en un día”, expresó maravillado un capitalista de riesgo.

Mediante el poner a volar globos, aviones no tripulados y satélites sobre las partes más remotas del mundo, Google y Facebook también están planeando conectar a todos los habitantes del planeta con el Internet, creando así la posibilidad de un mercado digital global de productos, servicios e ideas. “El hecho de que pronto pudiéramos ofrecer todo el conocimiento humano a la población del mundo es un enorme paso hacia adelante”, comentó un ejecutivo en el campo de la tecnología. Los comentaristas más impetuosos predicen la era de la producción en masa de ideas, de un “segundo renacimiento”, del florecimiento de una civilización global.

Pero cuando los de Silicon Valley toman una pausa para respirar, incluso ellos se preocupan por algunas de las consecuencias de esta revolución tecnológica: el impacto en tantos empleos tradicionales, la erosión de los derechos laborales y la distribución desigual de los frutos de la tecnología.

Un experimentado observador de la tecnología aseguró que la destrucción creativa de Silicon Valley conducirá a un mundo cruel para muchos “ciudadanos desechables” en EEUU y Europa que no puedan adaptarse. “Donald Trump tiene el dedo en el pulso del miedo acechante y arraigado de los ciudadanos desechables”, él agregó.

Silicon Valley puede tener la imagen de ser un refugio del libertarismo, pero algunos están sorprendentemente interesados en el concepto de una mayor seguridad social — como un ingreso “ciudadano” o “básico” — que sea financiado por un dividendo digital a partir de las utilidades de la tecnología.

Darian Shirazi es un joven empresario de la tecnología que apoya la idea. “Tenemos una pequeña aristocracia tecnológica y una clase media esforzándose para ponerse al día con las exigencias de una economía más eficiente. Un ingreso básico puede establecer un punto de referencia y brindar libertad a quienes están atrapados por nuestra nueva economía”.

Los votantes enojados en las sociedades afluentes obviamente sienten que los políticos los engañaron en relación con los beneficios de la globalización durante los últimos 30 años. A pesar de que se benefician enormemente como consumidores, muchos votantes han salido perdiendo como trabajadores, ya que los empleos se han desplazado al extranjero y los ingresos se han estancado. La revolución tecnológica sólo agrava el trastorno, amenazando la segunda gran alteración de nuestras vidas.

James Manyika, codirector del McKinsey Global Institute, indicó que la imagen es mucho más matizada. Él dijo que cada persona tiene al menos cinco facetas: como consumidor, como trabajador, como ciudadano, como inversor y como ser moral. “Todas estas facetas han funcionado anteriormente, en su mayor parte, en convergencia, pero estos cambios tecnológicos están actualmente creando respuestas muy diferentes”, él agregó.

Sería una tragedia si la promesa de la tecnología se descarrilara como resultado de una reacción negativa retrógrada. Necesitamos que los gobiernos comprendan estos vertiginosos cambios y que delineen una regulación inteligente que fomente la innovación en lugar de suprimirla. También necesitamos que las empresas de tecnología reconozcan la alteración que causan y que se esfuercen en beneficiar todos los aspectos de nuestras vidas.

John Thornhill (c) 2016 The Financial Times Ltd. All rights reserved

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