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Rescatando a EEUU de Trump y su “taller del diablo”

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Rescatando a EEUU de Trump y su “taller del diablo”
Donald Trump, presidente de Estados Unidos. (FOTO EFE.)

Por Edward Luce

La pereza de Donald Trump es una gracia salvadora para la seguridad internacional

La imagen más impactante de las últimas filtraciones sobre Donald Trump, el presidente estadounidense, es que el personal describe su dormitorio como “el taller del diablo”. En esa frase se condensa todo lo que necesitamos saber sobre por qué la Casa Blanca bajo su mando está sufriendo un ataque de nervios.

La expresión más auténtica del Sr. Trump se revela en el piso de arriba, lejos de los ojos y oídos de su personal. Incluso en el núcleo de su poder, el Sr. Trump pertenece a una minoría condenada al ostracismo. Con una mano en el control remoto del televisor y la otra escribiendo tuits, el dormitorio del Sr. Trump es el puente de mando de su propia nave espacial Enterprise de ‘Star Trek’. Desciende a la Oficina Oval para sesiones fotográficas y una o dos reuniones diarias.

El segundo hecho más inquietante es que casi ninguno de los miembros de su personal lo respeta. Pero me repito.

El último de ellos es un alto funcionario quien escribió un artículo anónimo en el New York Times el miércoles declarando la resistencia interna a su presidencia. El Sr. Trump era “antidemocrático”, “impetuoso”, “conflictivo”, “mezquino” y “mal informado”, escribió el funcionario. La mayor parte de su personal se mantiene fiel a sus puestos sólo para salvar a EEUU de su impulsividad. El artículo no mencionó que el comandante en jefe provoca la mayor parte de los daños desde su dormitorio. Debería estar al frente y en el centro de cada relato.

No tengo ningún problema con que el Sr. Trump ladre sus órdenes vestido con su bata de baño mientras se come una hamburguesa con queso. El protocolo está sobrevalorado. Pero el proceso está infravalorado, especialmente por el Sr. Trump. Ojalá sea así por mucho tiempo.

Hay una gran diferencia entre tomar una decisión y dar una orden. El Sr. Trump toma muchas decisiones. Un ejemplo fue presuntamente decirle a Jim Mattis, el secretario de defensa, que “matara a todos”, refiriéndose a los sirios, incluyendo al presidente Bashar-al-Assad. Si el Sr. Trump hubiera elaborado una orden legal, al Sr. Mattis le hubiera resultado más difícil escapar de ello. Pero el Pentágono pudo ignorar fácilmente la orden verbal del Sr. Trump.

La pereza es el enemigo del Sr. Trump y el amigo del mundo. Las dos revelaciones de esta semana enfatizan este punto. Miedo: Trump en la Casa Blanca, el libro del legendario periodista Bob Woodward y el artículo anónimo del Times se refuerzan mutuamente.

El aspecto más sorprendente es que sus contenidos no son remotamente impactantes. Ya los conocíamos. El patrón está bien ensayado. Se cita a funcionarios del gabinete que califican al Sr. Trump de “idiota” con la comprensión de un “alumno de quinto o sexto grado”. Luego esos mismos funcionarios niegan haber dicho semejantes cosas. Todos saben que sus declaraciones están redactadas para una audiencia de una sola persona.

El autor anónimo dice que sus colegas funcionarios “admiten en privado su incredulidad diaria” ante los “comentarios y acciones” del Sr. Trump. Observe que la palabra “comentarios” es la primera. Es más difícil precisar acciones específicas.

Ni el Sr. Woodward ni el Anónimo dan ejemplos de resistencia de la magnitud de esconderle el maletín con los códigos nucleares al Sr. Trump. El Sr. Woodward informa que los funcionarios han retirado documentos del escritorio del Sr. Trump que habrían sacado a EEUU del TLCAN y del acuerdo comercial entre EEUU y Corea del Sur. Incluso aunque no lo hubieran hecho, no está claro qué habría pasado. Ambas acciones habrían sido precipitadas. Pero ambas habrían enfrentado resistencia del congreso y los tribunales.

El único ejemplo de la prevención de un acto de guerra fue cuando el Sr. Mattis hizo oídos sordos a la demanda del Sr. Trump de que asesinara a un líder extranjero. El Sr. Trump no lo volvió a pedir. Es fácil amenazar con fuego y furia desde la cama. Es mucho más difícil llevarlo a la práctica.

Dicho esto, el pasado no ofrece ninguna seguridad sobre lo que el Sr. Trump pueda hacer a continuación. Su respuesta al libro del Sr. Woodward fue ordenar una cacería de brujas para descubrir las fuentes del legendario autor. Su respuesta a Anónimo fue publicar un tuit: “¿TRAICIÓN?”. Ambas equivalen a lo mismo.

El Sr. Trump ahora orientará cualquier competencia burocrática que pueda encontrar para descubrir a quienes le son desleales. Será una indagación inútil. Tomemos, por ejemplo, el reto de quién dirigiría una investigación interna. ¿Cómo sabría el Sr. Trump que esa persona no pertenece a la resistencia interna? Incluso aunque se encontraran los culpables, esa información sólo pondría de manifiesto su aislamiento.

Además de su hija Ivanka y su esposo Jared Kushner — y algunos acérrimos funcionarios más jóvenes — es difícil asumir la lealtad de nadie. Eso incluye a Melania Trump, la primera dama.

¿Cuál será su próximo paso? El otro refugio favorito del Sr. Trump es la campaña electoral. Al igual que su dormitorio, el podio le ofrece al Sr. Trump el escape de los ojos entrometidos de los asesores legales y los secretarios ejecutivos. Pero su primer impulso será retirarse al piso de arriba, donde puede aislarse de la traición. Desde allí puede ser tan presidencial como cree serlo. Es mucho más divertido que gobernar.

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