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Alas caídas

Algunas empresas, por su antigüedad y trayectoria, adquieren un significado que va más allá de los productos o servicios que ofrecen. Y cuando una de ellas deja de operar, aunque sea temporalmente, una sensación de pérdida se apodera de quienes la conocieron y fueron sus clientes durante sus años buenos.

La aerolínea venezolana Aeropostal tiene una historia de 88 años. En 1929 la compañía francesa Aeropostale la fundó como medio de entrada al mercado suramericano. La Gran Depresión, sin embargo, impidió el cumplimiento de las expectativas, la nueva aerolínea sostuvo pérdidas, y en 1933 fue vendida al gobierno venezolano.

El mercado tradicional de Aeropostal era la región del Caribe, aunque su red de vuelos se extendió a los EE.UU. y a destinos en Suramérica. Pero en 1960 el gobierno tomó sus rutas internacionales, las sumó a las de Avensa, otra aerolínea, y con ellas creó Viasa, muy recordada por los dominicanos, como línea bandera nacional con la participación de la célebre Pan American y otros socios privados. Mientras tanto, Aeropostal se quedó operando sus rutas domésticas, pero en 1994 el gobierno decidió liquidarla. Adquirida por inversionistas privados, y luego de un tumultuoso período de litigios legales amplió su red con destinos internacionales.

El declive fue abrupto. Aquejada por los controles de divisas y de tarifas, la empresa alegó no poder dar mantenimiento adecuado a su flota de 22 aeronaves y la redujo a sólo tres. La intervención del gobierno para mantenerla operando permitió una restauración parcial de la flota, pero las condiciones imperantes fueron forzando su progresiva paralización. Y el pasado lunes 26 de septiembre, el único avión que le quedaba en actividad cumplió su máximo de horas de vuelo y la empresa tuvo que suspender sus operaciones, una víctima más del deterioro económico del país.

Es de esperar que el cese no sea definitivo y que la aerolínea vuelva a prestar sus servicios.