Conciencia de poder

En nuestro país se hace cada vez más evidente el avance de las iglesias cristianas no católicas. Décadas atrás, su presencia pasaba desapercibida, con uno que otro templo que atendía a reducidas congregaciones, en ellas muchos extranjeros o descendientes de inmigrantes. Su misión era hacia lo interno de la agrupación, con una proyección mínima respecto de asuntos de alcance nacional. Era el catolicismo, religión oficial del país, la fuerza que podía alterar el curso de los acontecimientos. Ese panorama ha cambiado, pues con una vigorosa militancia y un notable fervor, las iglesias evangélicas inciden ahora sobre múltiples aspectos de la vida dominicana.

Procesos similares han ocurrido en otras partes de Latinoamérica, por razones cuyo análisis escapa del ámbito de esta columna. Lo más relevante es que ese incremento en su magnitud e importancia está siendo acompañado de una conciencia creciente respecto de su capacidad para incidir sobre los asuntos nacionales más significativos. Ese reconocimiento de su poder es una evolución común a todos los entes socioeconómicos, sean éstos sindicatos, asociaciones empresariales, movimientos de protesta o partidos políticos.

En Costa Rica la toma de conciencia ha escalado a un mayor nivel. Fabricio Alvarado, uno de los dos candidatos que se disputarán la presidencia del país en la segunda vuelta electoral, es un pastor evangélico y periodista conocido por sus propuestas para restaurar la moral de la nación. Ignorado al inicio de la campaña, cuando no era entrevistado ni invitado a los debates, tiene actualmente una ligera ventaja sobre el candidato oficialista.

Se calcula que una cuarta parte de la población costarricense es protestante, esas congregaciones cuentan con 3,752 templos y administran alrededor de 300 organizaciones, entre ellas hogares de ancianos, colegios, universidades, hospitales, guarderías, radiodifusoras, canales de televisión, comedores públicos y centros para indigentes.

Gustavo Volmar