Contra la desigualdad

En un estudio titulado “La Ineficiencia de la Desigualdad”, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) reseñó los mecanismos por los cuales la desigualdad disminuye la eficiencia de las economías de la región. Esas desigualdades incluyen las diferencias de acceso a la salud y la educación, y la discriminación racial y de género. Ellas conducen a estructuras en las que algunos segmentos sociales tienen menos oportunidades que otros.

La CEPAL analiza el impacto de la desigualdad sobre la productividad, los ingresos, la innovación y la creatividad, efectos que inciden sobre la urbanización, las migraciones internas, la disponibilidad y calidad de la infraestructura, el uso de la energía eléctrica y los combustibles, y la preservación de los recursos naturales y el medio ambiente. Una consecuencia especialmente dañina es que da lugar a una cultura del privilegio, en la que los bienes públicos son detentados por determinados sectores, mientras gran parte de la población permanece marginada.

Es interesante observar que del estudio se desprende que la reducción de la desigualdad no es únicamente un objetivo sustentado por consideraciones de equidad, que apelan a la conciencia y sentido de solidaridad de los segmentos mejor posicionados. Es, además de eso, un medio para elevar la capacidad de la economía para crecer de forma sostenible. Desde ese ángulo, dicha reducción beneficiará no sólo a quienes hoy ocupan los niveles más bajos en la escala social, sino eventualmente también a aquellos ubicados en los estratos superiores.

Pero como suele suceder con este tipo de diagnósticos, la descripción de los problemas puede ser más precisa y convincente que el esbozo de las medidas a tomar para poder resolverlos. Propone construir estados de bienestar, en los que la inversión pública y privada se lleve a cabo en torno al medio ambiente, la diversificación de la producción y la reducción de la heterogeneidad.

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Gustavo Volmar