Control de población

En los círculos académicos de los años 70 fue muy discutido el efecto del aumento de la población sobre el crecimiento económico, siendo la conclusión mayoritaria que las naciones más pobres, donde precisamente la tasa de natalidad era mayor, tenían que dedicar tantos recursos a sostener su creciente población que no podían hacer las inversiones necesarias para incrementar su productividad y modificar el patrón de ventajas comparativas internacionales.

El gobierno chino parece haber pensado lo mismo, pues en esa época impuso su política de hijo único, justificada como medio para impedir una crisis de alimentación y para lograr elevar el ingreso per cápita de su población.

Que esa política haya sido acompañada de reformas al manejo estatal de los complejos industriales, la propiedad privada, la composición de las inversiones públicas y la competencia, oscurece la incidencia que la restricción demográfica tuvo sobre el crecimiento económico de China, que ha dejado atrás a países como la India donde controles similares no fueron aplicados.

Se calcula que de no haberse establecido esa política, habría actualmente unos 410 millones más de chinos, y China sería muy diferente de lo que hoy es. Pero esa política ha creado un excedente de hombres sobre mujeres por los abortos selectivos, y dado pie a ominosas proyecciones sobre el envejecimiento de la población, estimándose que en apenas 30 años el porcentaje de personas de más de 60 años llegará al 42% del total, estremeciendo la estructura de seguridad social.

Evaluaciones recientes indican que cuando la tasa de natalidad se mantiene baja por diez años o más es difícil hacerla subir a menos que haya un alto flujo de inmigrantes.

En China se flexibilizó en el 2013 la política de hijo único, permitiendo dos a las parejas en que uno de los cónyuges no tuviera hermanos, pero sólo un 10% de los favorecidos por esa autorización ha hecho uso de ella.

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Gustavo Volmar