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Correcciones automáticas

Esos correctores presumen y, según algunos críticos, alientan el descuido, y protegen la reputación gramatical de los usuarios

Han tenido serios tropiezos, como demostró el fracaso del prototipo de Uber, pero las compañías que los propulsan siguen viendo en los vehículos de conducción automática un enorme negocio en un futuro cercano. Son para ellos un desarrollo lógico a partir de los GPS y del avance de los dispositivos sensoriales. Los dominicanos probablemente seremos de los últimos en disfrutar de esa tecnología, por el caos en nuestro transporte, pero el país quizás pueda servir como campo de prueba, en el entendido de que si funciona aquí puede funcionar en cualquier otro lugar.

Pero no hay razón para sentirnos rezagados. Contamos ya con los correctores automáticos incorporados en muchos programas informáticos, un adelanto mucho más modesto, sin duda, pero útil para escribir sin preocuparse por las faltas ortográficas, al tener una especie de ángel guardián que revisa y enmienda los errores cometidos. Esos correctores presumen y, según algunos críticos, alientan el descuido, y protegen la reputación gramatical de los usuarios. Hasta los buscadores de internet, y páginas de ventas en línea como ebay y Amazon, detectan las equivocaciones y cuestionan si lo que se desea buscar es otra cosa. Hay límites, sin embargo, a la eficacia de esos correctores. Si el texto está escrito de tal forma que ni el que lo redactó entiende lo que dice, difícilmente puede el programa ponerlo como debe ser.

Para que se pueda modificar esos textos ininteligibles, será necesario algo más poderoso. Habrá que esperar por el desarrollo de la inteligencia artificial, que de forma robótica y con unos cuantos perfiles y comandos interprete nuestras intenciones y las presente adecuadamente. El peligro, lógicamente, es que ella se percate de nuestras limitaciones, concluya que lo que queremos decir no es lo que conviene que digamos, y decida expresar sus propios conceptos.

Y eventualmente podría concluir que ya no somos necesarios.