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Custodia de fondos

No fueron pocos los que perdieron su dinero o tuvieron que involucrarse en la odisea de largos litigios

La ilusión de tener un techo propio ha sido un rasgo tradicional de los dominicanos. Habiéndonos percatado de que episodios recurrentes de inflación reducen el valor real de las deudas, estamos dispuestos a asumir pesadas cargas de amortización e intereses, siendo optimistas de que más adelante nuestros ingresos subirán y el compromiso de pago se hará más ligero. Y mejor todavía si podemos conseguir algún descuento, o por lo menos librarnos de alzas de precio durante el período de la construcción.

En esa última esperanza ha estado el peligro. Muchos adquirientes de viviendas, confiados en la honradez de los constructores y entusiasmados por coloridos folletos promocionales, aceptan hacer avances a los promotores, escogiendo sus casas o apartamentos estando éstos aún en planos, esperando con ansia la fecha prometida en que el inmueble les será entregado.

La espera ha sido muy larga en algunas ocasiones. En los mejores casos fueron simples retrasos, pero en otros la vivienda nunca se terminó o fue vendida más de una vez. No fueron pocos los que perdieron su dinero o tuvieron que involucrarse en la odisea de largos litigios. Las hipotecas estaban a favor de los bancos, mayormente Asociaciones en esa época, los cuales cobraban primero, junto con los abogados y suplidores de materiales. Si algo quedaba podía tocarles un poco a los compradores.

No siempre se trataba de promotores deshonestos. Algunos sólo tomaron los avances recibidos y los usaron para pagar deudas o invertirlos en otros proyectos. Se enredaron y quedaron mal.

Para las Asociaciones era un gran problema que afectaba su imagen y dislocaba sus programas de créditos, por lo que abogaban por manejar los avances, si es que se enteraban de ellos. Los fideicomisos ahora vienen a hacer eso que las Asociaciones trataban de lograr. Se espera que el dinero sea administrado correctamente y que los compradores vean su ilusión hecha realidad.

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