Datos falseados

Un informe publicado en una de las revistas científicas de mayor prestigio provocó un gran revuelo en el habitualmente reservado mundo de los centros de investigación. Dos conocidos investigadores elaboraron un mecanismo de detección de fraudes en las encuestas científicas, y lo aplicaron a más de mil conjuntos de datos derivados de encuestas llevadas a cabo a nivel internacional. Y en una reunión celebrada en Washington el año pasado dieron a conocer sus conclusiones, mostrando que una de cada cinco encuestas falló la prueba, dando pie a la posibilidad de que contengan informaciones falseadas.

Dadas las grandes sumas de dinero que se dedican a la investigación científica, la revelación, efectuada por Michael Robbins y Noble Kuriakose, tiene importantes implicaciones económicas. Organizaciones y fundaciones envueltas en el financiamiento de investigaciones desmienten las conclusiones vigorosamente, lo que era de esperar teniendo en cuenta que cuestionan la eficacia con la que ellas seleccionan y vigilan los proyectos que auspician.

El método de prueba fue, en realidad, discutible, pues no descansó en una comprobación directa de la validez de los resultados sino en una evaluación estadística de las respuestas recabadas por las encuestas. Crearon un modelo probabilístico en el que consideraron como sospechosas las respuestas casi idénticas a una misma pregunta por parte de encuestados distintos, método no aceptado por muchos analistas.

Contrario a lo que se podría pensar, las investigaciones más afectadas no son las efectuadas en biología, física o química. Son las que se efectúan en el ámbito socioeconómico, para medir asuntos como preferencias de los consumidores, opiniones de usuarios, expectativas, empleo de recursos, hábitos de vida, problemas comunitarios, situación familiar y tópicos similares. Las investigaciones más comprometidas fueron las conducidas en países en vías de desarrollo.

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Gustavo Volmar