Debajo del techo

Explotaciones de petróleo de esquisto sólo esperan que el precio suba un poco más. Las instalaciones, construidas en los años de altos precios, aguardan su momento

Es indudable que sobre la economía dominicana pende la amenaza de un incremento en el precio del petróleo. Los países importadores, como el nuestro, contaban con que las desavenencias entre los exportadores miembros de la OPEP les impedirían llegar a un acuerdo para reducir la producción a fin de lograr que el precio aumentara. Una y otra reunión de la OPEP pasó sin que se pusieran de acuerdo, lo que hizo pensar que la producción no bajaría, creencia reforzada por el reingreso del petróleo de Irán al ser levantadas las sanciones que le habían sido impuestas por su programa nuclear.

Grande e inquietante fue la sorpresa de ver que a fines del año pasado ellos acordaran disminuir en un 3.5% el volumen total a ser exportado a partir de enero, apoyados por otros productores fuera de la organización.

Pero así como el precio del petróleo es una amenaza para nosotros, la OPEP y sus aliados también tienen una amenaza que gravita sobre ellos. Listas para entrar en actividad hay numerosas explotaciones de petróleo de esquistos, sólo en espera de que el precio suba un poco más. Con instalaciones construidas en los años de altos precios, este sector aguarda su momento.

La situación equivale a la existencia de un techo o límite superior para el precio del petróleo, nivel que viene dado por los costos de producción de la explotación de los esquistos. Por el volumen involucrado, la capacidad instalada, y el más bajo punto de equilibrio, ese techo es actualmente mucho más relevante y efectivo que otros situados más arriba, procedentes de energías alternativas como el viento y el sol.

Nuestra economía, por lo tanto, está parcialmente guarecida bajo ese techo, a un nivel de precio del petróleo que luce estar entre 50 y 60 dólares por barril. Pero ese precio está en dólares, lo que implica que en términos de pesos podría elevarse peligrosamente si permitimos que la devaluación se nos escape de las manos.

Gustavo Volmar