Dilema gubernamental

En algún momento futuro la posición de la República Dominicana respecto de la situación venezolana producirá sus frutos para nosotros. Ellos serán buenos si el régimen bolivariano supera la crisis y se consolida, pero serán malos si es desplazado del poder. No parece haber términos medios, porque tampoco hay terceras posiciones. O se está en contra del régimen o se está a su favor. En el primer grupo están los países que apoyan en la OEA medidas de presión y sanción. En el segundo se encuentran aquellos que, como nuestro país, se abstienen de votar, o rechazan cualquier acción que pueda calificarse como intervencionista.

En general, los países latinoamericanos no han sido particularmente cercanos a las peculiares características del país. De hecho, para muchos en Suramérica, las naciones del Caribe constituyen una especie aparte, más impetuosa, menos culta, moldeada por influencias ajenas a la península ibérica, y proclive a comportarse de modo diferente. Son, según esos criterios, parte de una región sin una identidad común, que es mejor mantener encapsulada a fin de que sus problemas no escapen y afecten al resto del continente.

La ven como una región a la que se le ha dado en la OEA un poder inmerecido de voto, debido a la regla de un voto por país, pero cuyas posturas suelen obedecer a intereses económicos, o son el resultado de complejos culturales derivados de su pasado esclavista. La solidaridad mostrada por Venezuela de compartir su riqueza natural con las naciones del Caribe fue, por lo tanto, un caso excepcional.

Es sin duda un gran dilema para el gobierno de RD, que se agrava a medida que el régimen venezolano pierde legitimidad por sus intentos por mantenerse en el poder. Y es también una difícil encrucijada, porque entre los que en la OEA lideran el movimiento opuesto al gobierno bolivariano figuran los que censuran la política migratoria dominicana.

Gustavo Volmar