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Expansión inesperada

Hablamos del bitcoin, la moneda virtual, para la que hay aquí hasta cajeros automáticos especializados.

Para la gran mayoría de los dominicanos, medio millón de pesos es mucho dinero. Escandalizará a muchos de nosotros, por lo tanto, que haya que pagar poco menos que esa suma para adquirir una sola unidad de algo carente de presencia física. Hablamos del bitcoin, la moneda virtual, para los que hay aquí hasta cajeros automáticos especializados. No existe fuera de las redes de computadoras que lo albergan, pero en lo que va de año su valor ha crecido casi un 1,000%, con un rendimiento inigualado por cualquier otro activo. Ni Facebook, el oro, Amazon o el franco suizo se le comparan. Quienes invirtieron mil dólares en bitcoins hace apenas cinco años, son ahora los felices propietarios de un monto superior a los 700,000 dólares. Para encontrar un caso parecido hay que remontarse a episodios del pasado, como el de los tulipanes en Holanda.

Las pirámides, no las de Egipto sino las financieras, atraen inversionistas pagándoles tasas de interés por encima de las que ellos pueden conseguir poniendo su dinero en otro lugar. Pero el auge del bitcoin no se debe a que alguien esté pagando altos intereses por tomarlos prestados. Obedece a una expectativa de que seguirá subiendo de precio porque habrá más inversionistas dispuestos a comprarlo, ellos también esperando lo mismo.

Los economistas llevan ya meses predicando que el alza es una burbuja lista para estallar en cualquier momento. Y que, como en toda burbuja financiera que explota, quienes invirtieron último perderán dinero. Pero a pesar de ser un episodio de especulación, la burbuja ha probado ser también más resistente que lo que se pensaba, y en lugar de romperse ha continuado expandiéndose con sus alzas y sus bajas. Los bancos centrales de las grandes economías desarrolladas son parcialmente responsables por esa durabilidad, al mantener tasas de interés tan irrealmente bajas que han perdido su función de orientar el destino de las inversiones.

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