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Fuera de control

No fue necesario que llegara un huracán categoría 5, ni un tsunami, ni un terremoto. Tampoco hicieron falta la erupción de un volcán o épicas inundaciones. Bastó un rayo para poner en jaque al sistema eléctrico dominicano, agravando las carencias que nunca parecen querer abandonarnos.

En el ámbito empresarial está muy en boga hoy en día analizar en detalle las vulnerabilidades que pueden afectar el normal funcionamiento de las compañías. Con ello se busca identificar y cuantificar los riesgos que inciden sobre ellas, a fin de eliminarlos o disminuirlos tomando las medidas preventivas que se consideren necesarias. De ese modo se persigue adelantarse a las eventualidades, en lugar de tener que lamentar las pérdidas luego de que éstas ocurren.

Si de controlar los riesgos se trata, es inevitable concluir que nuestro sistema eléctrico está fuera de control. Le tomó de sorpresa un rayo, lo que hace pensar en cuántas otras vulnerabilidades no han sido identificadas. O si ya lo han sido, cuántas de ésas han sido mitigadas adecuadamente.

A simple vista, y sin tener que ser un experto en la materia, se observa la concentración de plantas en una sola zona del país, precisamente en una de las más expuestas a las tormentas tropicales. Se aprecia también con facilidad que las redes de distribución, algunas de ellas asidas precariamente sobre postes doblados por el sobrepeso que deben soportar, están a la espera de algún acontecimiento que las haga colapsar. Y a eso se añade el desbalance de las cargas, los vetustos equipos y las conexiones ilegales para hacer del sistema una crisis anunciada pendiente de suceder.

Detrás de todas esas debilidades está el modelo híbrido de generación y distribución. La primera, mixta, en manos privadas y públicas. Y la segunda, estatal, sujeta a todas las ineficiencias propias de gestiones administrativas guiadas por objetivos populistas, sin tener que responder por las pérdidas en que incurran.

gvolmar@diariolibre.com