Habitual imprevisión

Apenas iniciando julio, cuatro tormentas tropicales se han formado en el Atlántico y se pronostica una temporada algo más activa de lo normal.

La tranquilidad que tuvimos gracias al Niño, con su secuela de sequía, la vamos a perder ahora que la Niña comienza a consolidarse. Pero si fuera sólo la tranquilidad lo que pudiéramos dejar de tener, el asunto no sería tan grave.

En juego, lamentablemente, están muchas vidas y propiedades, empleos y horas de trabajo.

Las agencias gubernamentales encargadas de hacer frente a huracanes y otros tipos de calamidades naturales han expresado estar en condiciones de responder ante estos eventos catastróficos, incluyendo medidas preventivas como son las evacuaciones de las zonas más vulnerables. Con sus categorías de alerta de colores y sus protocolos de activación, muestran una admirable disposición para que los posibles daños se reduzcan a su menor dimensión posible.

La prevención personal, sin embargo, dista mucho de ser equivalente a la de las autoridades, y en nada se aprecia mejor esa realidad que en la carencia de cobertura de seguros contra huracanes a nivel de los hogares.

La generalidad de las viviendas dominicanas, muy en particular las de tipo individual, no disponen de esas pólizas de seguro, salvo que se hayan requerido por causa de algún financiamiento recibido. Aún entre los condominios que las han contratado, la protección se limita con frecuencia a ciertas áreas y facilidades comunes, dejando expuestos a los dueños en cuanto a sus pertenencias familiares.

A nuestra habitual imprevisión se añade el costo de la cobertura para disuadir la contratación de las pólizas. Ni siquiera pensamos en eso, ocupados como estamos en subsistir con nuestros magros ingresos. Las aseguradoras no invierten en campañas educativas con ese fin, y podría ser que un gran número de viviendas como quiera no califiquen para un seguro privado debido a su estructura.

gvolmar@diariolibre.com

Gustavo Volmar