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Materialismo navideño

La cultura consumista, por supuesto, viene desde muy atrás y no fue creada por los economistas. Ellos sólo reconocen su existencia

Llegan las navidades y vuelven los jolgorios y las lamentaciones. La alegría surge de las fiestas, los regalos, las bebidas, la ropa nueva y las brisas frescas. Las dietas se posponen hasta después del 31. El doble sueldo se gasta el triple, dejándonos endeudados. Se encienden luces y decoraciones. Arbolitos de todo tamaño adornan salas y oficinas. Cosas necesarias y superfluas son compradas. Es tiempo de gastar y consumir, para deleite de comercios, restaurantes y promotores de espectáculos.

Los lamentos provienen de los cada vez más pocos que desean unas pascuas más espirituales, centradas en el nacimiento de Jesús y su mensaje de amor, tolerancia y frugalidad. Pobre al nacer y morir, su ejemplo no guía ya nuestros estilos de vida. Los Reyes Magos al menos tenían una relación con Belén y el pesebre, pero ellos están siendo desplazados por Santa Claus y su risa.

Entre ambos grupos están los economistas, y se sospecha que son mayoritariamente materialistas. Dado el objeto eminentemente terrenal de su ciencia, no parece que haya espacio en ellos para mucha espiritualidad. Podrían, más bien, ser responsables de que esté surgiendo una nueva especie dentro de los homínidos, rama evolutiva a la que todas las personas pertenecen. Conocido como homo consumericus, está dedicado a producir, comprar, vender, ganar dinero y gastar, sin otro propósito que no sea satisfacer necesidades que él mismo se inventa, en un contexto social en el cual su valoración individual depende de la magnitud de su riqueza.

La cultura consumista, por supuesto, viene desde muy atrás y no fue creada por los economistas. Ellos sólo reconocen su existencia y adaptan a ella todas sus recomendaciones. De hecho, es posible que sean muy conscientes, más que el promedio general, de lo efímera que la prosperidad puede ser, y de lo cambiantes que son los gustos y preferencias de los consumidores.

Y de que la riqueza no es sinónimo de felicidad.

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