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Persiste el optimismo

Pero la economía estadounidense ha mantenido su vigor y las expectativas siguen favorables

En un país menos institucionalizado, el tormentoso cambio de gobierno en los EE.UU. hubiera tenido grandes repercusiones en su economía. Habría mermado la confianza de los consumidores, los inversionistas hubieran optado por destinos más estables, las empresas hubieran pospuesto sus planes de expansión, y la moneda se habría depreciado. Pero la economía estadounidense ha mantenido su vigor y las expectativas siguen favorables. De hecho, han sido otras economías las más afectadas por la incertidumbre.

Si se prolongara ese estado de cosas, sin embargo, la economía de los EE.UU. empezaría a sufrir las consecuencias. La presunción al respecto es que las vicisitudes presentes han sido el resultado de confrontaciones temporales. Una cierta dosis de inexperiencia gubernamental, un estilo gerencial más propio del mundo empresarial, falta de tacto diplomático, desconocimiento de los procedimientos habituales, y una agenda de iniciativas ambiciosas acometidas simultáneamente, han contribuido, según ese punto de vista, a dificultar el ajuste a un gobierno cuyas propuestas difieren en mucho de la línea seguida por su predecesor. Pero una vez se compruebe que los sobresaltos continuarán, si ese fuese el caso, la economía comenzaría a responder y a mostrar señales de perjuicio.

La Fed, el banco central de los EE.UU., redujo su estimado anualizado de crecimiento del PIB para los dos primeros trimestres del año, del 2.96% al 2.87% en el primero, y del 2.66% al 2.58% en el segundo. Y un índice de la universidad de Michigan sobre la actitud de los consumidores reveló un ligero declive, desde 97.6 a 96.9. Pero ninguno de esos descensos estuvo vinculado a los problemas políticos del país. Más bien, persiste un contexto optimista sustentado en tres pilares. Ellos son el incremento de los ingresos personales y en el valor de la riqueza acumulada, mayores oportunidades de empleo y el bajo nivel de inflación.