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Petrocaribe
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Presagios de cambio

Hay momentos en los que se percibe que algo tiene que cambiar. Ocurrió, por ejemplo, en nuestro país al final del régimen de Trujillo, cuando las sanciones económicas impuestas al país, el intolerable nivel de represión y las nuevas orientaciones de la política estadounidense se combinaron para crear lo que se conoció en ese entonces como “la situación”.

Algo similar puede estar sucediendo en Venezuela, donde la situación se agrava de forma acelerada. Con la única buena noticia del reinicio de las lluvias, los eventos adversos están afectando la estructura productiva y la disponibilidad de servicios. En menos de un mes se anunció el cierre de la icónica cervecería Polar y recortes en el suministro de la Coca-Cola clásica, ambos por falta de materiales, y la suspensión de los vuelos de la aerolínea alemana Lufthansa y de la chileno-brasileña Latam, la mayor de América Latina, las dos por causa de los dólares que el gobierno les adeuda.

En el centro de los problemas de Venezuela está el control de cambios. Al fijar arbitrariamente el precio del dólar en la moneda local y asumir la tarea de racionarlo, el gobierno se expuso a los riesgos de los que ha sido finalmente víctima, en especial el descenso en el precio del petróleo. Atrapado en esa red de compromisos de su propia creación, la agenda económica gubernamental se limita a administrar carencias y recurrir a una retórica cuyo desgaste es evidente. Pero si en la raíz de la crisis se encuentra el control de cambios, ¿por qué no abolirlo simplemente y salir del problema?

Si fuera así de fácil ya probablemente eso hubiera sucedido, pero desmontar el control provocaría el desplome del modelo económico oficial, basado en subsidios y gastos públicos. Implicaría devolver al sistema de precios su papel para equilibrar la oferta y la demanda, y ceder al mercado la fijación de las prioridades de inversión vía las rentabilidades relativas.

gvolmar@diariolibre.com

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