Primer empleo

Sin experiencia previa ni referencias laborales, conseguir un primer empleo equivale a vender un objeto dentro de una caja cerrada, sin que el comprador sepa lo que hay adentro. No es extraño, por lo tanto, que para lograrlo sea con frecuencia necesario contar con la ayuda y referencia de amigos o parientes, o que el trabajo que le ofrezcan sea de baja remuneración. Hay excepciones, por supuesto, como en los casos de personas con estudios especializados útiles para sectores en expansión, pero en general es un proceso cuyos resultados pueden ser frustrantes.

Si se tienen en cuenta los principios de la oferta y la demanda que se aplican en mercados competitivos, muchos empresarios y políticos alrededor del mundo proponen dar al primer empleo un tratamiento especial. El objetivo es compensar las debilidades e incógnitas que rodean al solicitante con un menor precio por su trabajo, haciéndolo de ese modo más atractivo para fines de contratación. Dentro de ese precio figura el salario más cualquier otra carga periférica que involucre un costo para la empresa, sea ese costo inmediato como los seguros y aportes para pensiones, o diferido como las liquidaciones y cesantías.

Superada la barrera de entrada, y luego de un período de tiempo, la persona estaría ya en condiciones de competir por empleos no sujetos a condiciones especiales.

En varios países y ocasiones se han aplicado variantes de ese concepto, a veces acompañado de subsidios estatales o exenciones tributarias. Sus resultados, sin embargo, no han sido concluyentes, y han recibido normalmente un enérgico rechazo de parte de sindicatos, movimientos de izquierda y organizaciones sociales.

Protestas, huelgas e incidentes violentos suelen marcar la supresión del salario mínimo y otras protecciones para el primer empleo, medidas vistas como una forma de explotación sin garantía de que los contratados conservarán sus empleos una vez concluido el período especial.

Gustavo Volmar