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Producción sin consumo

Aunque en el plano nacional la prohibición fue abolida, persiste en esos lugares en base a leyes locales o estatales

Para muchos de nosotros los años en que estuvo prohibida la producción, importación y venta de bebidas alcohólicas en los EE.UU. se asocian con las bandas de Chicago y otras ciudades. Los “gangsters” crearon grandes imperios que controlaban políticos, policías y jueces, hasta que finalmente la prohibición fue levantada y, según creemos, dejó de existir.

Una motivación económica debería haber bastado para que no fuera restablecida, pues tanto la fabricación como el consumo de bebidas alcohólicas son fuente importante de ingresos fiscales, los cuales dejaron de entrar en las arcas gubernamentales durante la prohibición, entre 1920 y 1933.

Que la economía no lo puede todo lo demuestra que actualmente en los EE.UU. siguen existiendo cientos de condados y ciudades en los que las ventas de bebidas alcohólicas están prohibidas con diferentes grados de severidad. Aunque en el plano nacional la prohibición fue abolida, persiste en esos lugares con base en leyes locales o estatales, frecuentemente por consideraciones religiosas. El llamado cinturón bíblico, ubicado en la porción sur central del país, concentra la mayor parte de esas localidades.

Un caso singular es el del condado Moore en Tennessee. Con unos siete mil habitantes, tiene como capital al pequeño poblado de Lynchburg, sede de Jack Daniels, el mayor productor de whisky en los EE.UU. Curiosamente, aunque se produce allí y es, por mucho, la mayor fuente de empleo, no puede ser vendido en ese lugar, excepto algunas botellas conmemorativas.

Pero la economía busca formas de expresarse. Aprovechando el renombre de Jack Daniels, la empresa ha desarrollado una serie de productos complementarios. Ha creado un gran número de comidas y postres en que el whisky es un componente, pusieron un restaurante especializado en ellos, y añadieron otros, como la miel Jack Daniels, que luce como si fuera whisky al ser envasada en botellas similares.

gvolmar@diariolibre.com