Pronóstico del pronóstico

Luce como si los ingleses se hubieran propuesto desacreditar a las encuestas de opinión pública. Lo hicieron hace unos años dándole una victoria inesperada al partido conservador. Luego vino el afamado Brexit, que aún sus más ardientes propulsores no esperaban triunfaría. Y ahora provocaron que los conservadores perdieran su mayoría parlamentaria cuando se anticipaba que la aumentarían.

El fallo en los vaticinios de los encuestadores siempre se puede explicar, con posterioridad al hecho. Pero es un falso consuelo poder decir que el fracaso se debió a tales o cuáles circunstancias, pues lo que se espera de las encuestas es que arrojen luz sobre lo que todavía no ha sucedido, no que elaboren un análisis histórico de las razones que causaron su imprecisión. Es su poder de predicción lo que les da valor, como instrumento que ayude a tomar decisiones racionales.

Aparte de lo que se percibe como una débil campaña electoral de parte de la primera ministra conservadora, el resultado de las últimas elecciones parlamentarias británicas pone de relieve la dificultad de efectuar pronósticos certeros en condiciones en las que prevalecen motivaciones inestables. En las encuestas de mercado para productos, por ejemplo, las opiniones de los encuestados son más firmes, pues luego de probar el artículo en cuestión y ser preguntados sobre su disposición de usarlo o adquirirlo, expresan su criterio al respecto dentro de márgenes de confiabilidad estadísticamente calculados. Pero en un contexto en el cual la importancia de los factores motivantes cambia a muy corto plazo por causa de una declaración, una noticia o una percepción, la volatilidad de las preferencias reduce la capacidad de predicción de las encuestas.

Si se siguen acumulando fallos como los que han venido ocurriendo, las dudas sobre las encuestas continuará aumentando, y quizás a alguien se le podría ocurrir hacer pronósticos de los pronósticos.

Gustavo Volmar