Rebaja sin consecuencias

A cualquier país que acostumbra tomar dinero prestado en el mercado financiero le preocuparía mucho que el nivel de calificación de su deuda fuese rebajado. Si eso sucediera, es casi seguro que tendría que pagar una tasa de interés más alta cuando volviera a vender bonos para financiarse, aun si esa nueva emisión sólo tuviera el propósito de sustituir a los títulos que vayan venciendo, y con mayor razón si su objetivo fuera elevar el monto total de su endeudamiento.

China, sin embargo, no es un país cualquiera para esos fines. Una tras otra, las tres principales agencias calificadoras, cuya misión es analizar los riesgos inherentes a los títulos emitidos por gobiernos y empresas, han reducido este año el nivel atribuido a la deuda soberana china de largo plazo, lo que podría ser sorprendente si se tiene en cuenta el respaldo que pueden darle las enormes tenencias de valores estadounidenses que China posee.

La calificación, sin embargo, continúa siendo de alto nivel y obedece a una percepción de deterioro potencial resultante del rápido incremento de los balances adeudados por entidades chinas, los cuales han crecido a tasas muy por encima de la expansión de la economía.

Esa discrepancia apunta a una mayor dependencia del crecimiento económico en relación con el crédito, lo que da pie para posibles turbulencias en el mercado financiero derivadas de problemas de liquidez y solvencia.

Preocupan en particular a los analistas los efectos sobre la calidad de la cartera de préstamos de los bancos chinos.

El FMI ha dicho que ese aumento del crédito lleva una “trayectoria peligrosa”.

Y el Banco Internacional de Pagos, conocido como el banco de bancos, ha mencionado una crisis bancaria en los próximos tres años. Pero a los inversionistas en valores denominados en yuanes, la moneda china, no les inquietan tanto esas advertencias, sino más bien las variaciones en el valor del yuan frente a otras monedas.

Gustavo Volmar