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Refugio japonés

Los inversionistas no son motivados por el rendimiento sino por la preservación del capital

Menos de una hora después de que buques de los EE.UU. dispararan misiles contra una base aérea en Siria el mes pasado, los mercados financieros, monetarios y de productos respondieron con alzas en los precios del petróleo, el oro, los bonos del gobierno estadounidense y el yen, la moneda japonesa. El aumento del oro y los bonos obedece a que son activos a los que los inversionistas acuden en tiempos de incertidumbre. El del petróleo se entiende por la ubicación de Siria y la participación en su crisis de los productores de petróleo del Medio Oriente. Pero, ¿por qué el yen?

De hecho, parecería que lo contrario debió suceder, por cuatro razones diferentes. Una de ellas es que la deuda pública japonesa, equivalente al 250% del PIB, es la mayor entre todos los países desarrollados, habiendo subido desde el 50% del PIB en 1980. Otra razón es que Japón es un importador neto de petróleo, por lo que le perjudica un incremento en su precio. Un tercer motivo es la vulnerabilidad de Japón a conflictos en su región potencialmente conectados con los acontecimientos en el Medio Oriente. Y el cuarto radica en la debilidad del comportamiento económico japonés, el cual oscila desde hace años entre la recesión y el estancamiento.

Pero a pesar de esas razones, los inversionistas ven al yen como un refugio, y eso se debe a la frugalidad de los japoneses. No sólo el 90% de la deuda del gobierno está en manos de los propios japoneses, sino que ellos son los mayores acreedores en el mundo desarrollado. La confianza en el yen se deriva de esa imagen de solvencia y disciplina.

El costo para los inversionistas provocado por las tasas de interés ínfimas o negativas en Japón, sólo compensado por eventuales ganancias cambiarias y aumentos en el precio de los valores, no elimina el atractivo del yen. Eso demuestra que al buscar refugio los inversionistas no son motivados por el rendimiento sino por la preservación del capital.

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