Sus mejores esfuerzos

Sólo hay que mirar hacia arriba para observar la enorme debilidad de la distribución de energía eléctrica en nuestro país. Una maraña de cables de todos los calibres, expuesta al viento, caídas de árboles y choques de vehículos, cruza de un poste a otro en lo que parece un desafío a las leyes gravitacionales. Agarrados unos a los otros, esos cables lucen a punto de caer en cualquier momento, pero algún prodigio los mantiene arriba, y en muchos casos parecen ser ellos los que sostienen postes de madera inclinados bajo su peso y carcomidos por aves e insectos.

Pero los dominicanos estamos tan acostumbrados a ese entramado de alambres que aún si miramos hacia arriba no los percibimos, pues forman parte ya del deprimente paisaje urbano que las deficiencias de los servicios públicos se han encargado de imponernos, junto con la basura esparcida por las calles. Vemos los cables, por supuesto, pero no nos llaman la atención.

Esa lamentable realidad que las distribuidoras no enfrentaron cuando estaban en manos privadas ni ahora bajo control estatal, ocasiona grandes costos económicos a empresas y familias, en forma de interrupciones del suministro de energía, oscilaciones de voltaje, intermitencia del servicio, daños a electrodomésticos y equipos de oficina, y lesiones físicas a personas en ciertas situaciones. Y todo eso sin que esas distribuidoras asuman la responsabilidad y resarzan a los afectados.

A pesar de ese deplorable panorama, es necesario destacar la labor que desempeñan los técnicos encargados de responder a las emergencias. Con evidentes carencias de materiales y equipos, tratan de resolver los problemas, aunque sea con soluciones temporales que duran poco tiempo. Hacen sus mejores esfuerzos, pero con resultados limitados. Su empeño dista mucho del desinterés y negligencia mostrados por otros empleados y funcionarios más encumbrados, caso que se repite en otros servicios públicos.

Gustavo Volmar