Victimarios o víctimas

Durante algunos años su empuje lució ser imbatible. Su oferta diversificada de artículos permitió a sus clientes hacer todas sus compras en un mismo lugar, ahorrando tiempo y gastos de transporte. Por su volumen de operaciones pudieron tener menores márgenes unitarios, extraer bajos precios de sus suplidores, hacer promociones de artículos específicos que atraen compradores de otros productos, y arrasar con competidores más pequeños. Algunos crearon sus propias marcas o empaques distintivos, pusieron en marcha planes de fidelidad con tarjetas de varios tipos, y redujeron sus costos de inventarios con almacenes centrales o traspasándolos a sus suplidores. Crearon fuentes de ingreso inmobiliario arrendando espacios dentro de sus establecimientos para bancos, comida rápida, farmacias y otros negocios y servicios. Y transformaron el entorno urbano a su alrededor.

Tiendas como Wal-Mart, K-Mart, Sears y Macy’s en los EE.UU, y como La Sirena y Jumbo más adelante en nuestro país, pasaron a ser los lugares favoritos de compra de los consumidores. Ha sido tan grande su influencia que establecimientos más pequeños, concentrados en ciertos tipos de artículos, tuvieron para sobrevivir que cobijarse a la sombra de esas tiendas por departamentos, ubicándose en plazas comerciales “ancladas” por ellas, o mercadeando sus ofertas por su intermedio.

Pero en algunos mercados de países desarrollados están ahora a la defensiva. Confiadas en su modelo de negocio, no anticiparon el crecimiento que tendrían las ventas por internet ni la capacidad que hoy tienen los consumidores para ubicar las mejores ofertas a precios rebajados. El internet les ha ido quitando el mercado para artículos pequeños o de menor precio. Y en cuanto a los bienes más costosos, de esos que se adquieren sólo de vez en cuando, los vendedores especializados les tienen bajo asedio con sus ofertas descontadas y sus selecciones más actualizadas.

Gustavo Volmar