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Arnulfo y la Navidad

Mientras riego las plantas le hablo a este pajarito que vive en mi terraza

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Arnulfo y la Navidad
Ojalá Arnulfo quiera venir a la cena de mi casa, uno nunca sabe, es demasiado libre. (ILUSTRACIÓN RAMÓN L. SANDOVAL)

Arnulfo es el pajarito que vive en mi terraza. Mi terraza no tenía ninguna flor ni vegetación. Comencé comprando un cactus, luego una Isabel Segunda, algunos crotos, una palma, y amigos –al comentarles que el verde se había convertido en una necesidad– me fueron regalando plantas para completar el paisaje de Arnulfo. El pequeño habitante tiene su nido que alguna vez mi hermana recogió en un patio y me regaló. Una tarde llegó sin decir palabra; siempre llega entre 6 y 7 de la noche como si terminara su labor del día y viniera a refugiarse en su hogar. Las veces que estoy en la galería le hablo, le cuento cosas, le pregunto si le gusta lo que ve, imagino que sí pues no ha querido irse y ya lleva tiempo conmigo. Ayer le hablé del 24 de diciembre, ya no es extraño este conversar. Mientras riego las plantas le hablo. Ya le conté que escribo en una revista y que lo he mencionado, él me ayuda los días que estoy agotado y, aunque es incapaz de emitir comentarios, con solo escucharme me siento feliz. Lo del 24 de diciembre viene porque una fan de mi columna en Estilos, así me dijo (me sentí emocionado, no sabía que los ancianos podrían tener fans, ¡¡qué dicha y qué responsabilidad!!) me pidió que le diera mis recomendaciones para celebrar la Navidad, y agregó que ese sería mi mejor regalo. ¡Qué reto! Hoy amanecí en la galería contándole a Arnulfo y pidiéndole me ayudara para no caer en trivialidades... la Navidad es tiempo de reflexión, de perdón, de acercamiento, de muchos abrazos, aún a aquellos que no les gusta que los abracen, esos son los que más lo necesitan. La fan me pidió recomendaciones sobre la felicidad como si yo fuera un gurú con varita mágica. Le comenté a Arnulfo la petición, sacó la cabecita del nido y me miró fijamente, entendi, y surgió la recomendación: “la felicidad no es un fin, es un camino que se trabaja todos los días, es como el amor que se alimenta con pequeños amores, detalles, gestos, movimientos, como la misma fe... y de repente esa felicidad se convierte en modo de vida”.

Para los que se han ido ya, recordarlos sonriendo, en sus mejores momentos, con alegría, con la dicha de haberlos tenido por el tiempo en que cumplieron su misión junto a nosotros.

Tengo los ojos cerrados. Escucho melodías navideñas, mi olfato –que es muy agudo– percibe la ensalada, el puerco asao, los pasteles, el roce cariñoso de mi madre, el susurro de mi abuela, la voz fuerte de mi papá, la risa de los amigos, la insondable presencia de la eternidad.

Arnulfo aletea, ha salido a demostrarme que él entiende eso de la Navidad. No emite sonidos pero ya entre nosotros hay comunicación permanente. Qué dicha la mía. He podido terminar este artículo intentando decirles a todos los que me leen que les deseo la más tierna, simple y amorosa Navidad de todas. Que les agradezco su fidelidad durante tantos años y que el día que no estemos o haya perdido la memoria, los recordaré siempre.

Ojalá Arnulfo quiera venir a la cena de mi casa, uno nunca sabe, es demasiado libre.

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Freddy Ginebra Giudicelli es un contador de anécdotas cuyo mayor deseo es contagiar su alegría y llenar de esperanza a todos aquellos que leen sus entrañables historias.