Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
columnistas

Buenos Aires (II)

En mi próximo viaje pondré cara de turista, iré a todos los asados, me comeré todas las carnes y beberé todos los vinos

Expandir imagen
Buenos Aires (II)

La temperatura no baja. No importa –me digo–, y ya hablo con ritmo de tango. Buenos Aires es Buenos Aires y con frío o calor es impresionante. Cada día asisto a una o dos obras nuevas de teatro; el teatro es un reflejo de la realidad que vivimos y me asombra lo que veo, me escandaliza por lo que reflejan, una sociedad sin esperanza, deshumanizada, crítica pero sin soluciones, agresiva y muchas veces transgresora. Esta ciudad tiene la cartelera de teatro más grande del mundo, superando a París y New York. Les faltaba un Papa y Francisco los complació.

El titiritero me llama y me advierte: “mañana temprano te recojo y desayunamos en uno de los cafés más elegantes y tradicionales de la ciudad”, es más me anuncia: “iremos a hacer un recorrido para que tengas una idea de dónde vivo”.

Acepto la invitación y ya lo estaba esperando cuando llega. Me monto en su camioneta y comienzo el recorrido.

La primera parada es en la confitería Las violetas en el barrio de Almagro, barrio porteño. Ya el solo entrar me impresiona por los vitrales impresionantes que observo.

–¿Qué quieres tomar?

–¿Es temprano para un vino? –más pregunto que contesto y agrego muerto de risa–, bueno un café.

–Te recomiendo un sándwich de miga, es un clásico, es esencial en la gastronomía argentina.

–Perfecto –me dejo llevar.

–Yo tomaré café con leche y unas medialunas.

Son las diez de la mañana y el lugar está repleto. Mi mirada se queda extasiada contemplando los vitrales, me he trasladado a otra época, se respira elegancia y nostalgia. Los apliques de bronce con cristales tallados a mano, el piso de granito a tres colores y las inmensas columnas con anillos de bronce... todo huele a un viejo esplendor.

–Tiene más de cien años este lugar –me comenta mi anfitrión mientras comemos y añade-, aquí venía Alfonsina Storni a escribir en soledad, vivía cerca. A través de los vitrales entra un sol agresivo que desparrama los colores en el lugar haciéndolo mágico, los camareros impecablemente vestidos se mueven como en un ballet armonioso entre los clientes.

Gardel le cantó a Almagro barrio porteño y lo inmortalizó... dejo volar mi imaginación y lo escucho... “Almagro, Almagro de mi vida fuiste el alma de mis sueños...”.

Terminamos y, subidos al auto, las avenidas se van sucediendo una tras otra, de repente la imponente 9 de julio, la Plaza de la República, el emblemático obelisco, ombligo de la ciudad, que me hace recordar el famoso obelisco de pan dulce que alguna vez erigiera Marta Minujín, célebre artista plástica argentina. Pasamos por el hotel Plaza, donde en uno de mis viajes me encontré en el ascensor con Mario Vargas Llosa y me preguntó por Bosch, Balaguer y Peña Gómez, quizás pensaría que eran mis amigos, le contesté que todos estaban en lo mismo, no se me ocurrió otra cosa, gracias a Dios la puerta se abrió y no tuve que dar explicaciones, de política sé muy poco. Luego Ivo me lleva al Parque Centenario de su barrio, donde una feria artesanal nos espera, entramos, caminamos viendo las fuentes, él explicando el lugar donde juegan sus hijos, visitamos el anfiteatro y hablamos de la vida, de lo difícil que está todo, de la eternidad, de lo corto de este tránsito y somos muy felices.

Imposible verlo todo esta vez, no me acerqué a su río de chocolate, que eufemísticamente llaman de la plata, ni fui a la Boca, ni a Puerto Madero... sí pasé a ver los enormes ficus de 40 metros de altura frente al cementerio en el barrio de Recoleta y entré al bar La Vielka, donde estaban las estatuas de Bioy Casares y Borges.

–¿Qué más quieres visitar? –me pregunta mi amigo chofer.

–Che –le contesto en su idioma– por hoy es suficiente. En mi próximo viaje pondré cara de turista, iré a todos los asados y me comeré todas las carnes y beberé todos los vinos, visitaré cuanto boliche encuentre, iré a museos, bailaré tango en el corazón de San Telmo, compraré libros en El Ateneo Grand Splendid, caminaré despacio por Corrientes viendo todas las marquesinas de teatros comerciales, volveré al Cementerio a visitar a Evita, y tantas cosas más, pero esta vez vine invitado a un festival de gestor cultural y lo mío es el teatro. Mil gracias por el paseo y, dándole un abrazo luego de un largo día visitando cuanto lugar apareciera en la ruta, me desmonto en la función de turno y me dispongo a aplaudir. Como siempre estos argentinos son tremendos actores y aplaudí a rabiar.

Freddy Ginebra Giudicelli es un contador de anécdotas cuyo mayor deseo es contagiar su alegría y llenar de esperanza a todos aquellos que leen sus entrañables historias.