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Niños que caminan en las sombras

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Niños que caminan  en las sombras

Ellos no saben cómo expresar lo que sienten, saben que algo no anda bien y no son felices. Sí, la depresión afecta también a los más pequeños.

“Quiero que entiendan que ustedes no tuvieron la culpa”... “No aguanto más ir al colegio... se siguen burlando de mí”... “Al principio estaba bien. Tenía muchos amigos, buenas notas y una buena vida, pero todo cambió”... Estos son recortes de frases expresadas por niños de 11 y 13 años que decidieron decirle adiós a la vida y dejaron su testimonio en alguna carta. Apenas dejaban de lado los juguetes y las caricaturas y abrían sus alas al mundo, al mundo real.

Detrás de las sonrisas de estos infantes, de algunos gestos de timidez y silencios interminables que pasaban desapercibidos a sus padres, se escondían las sombras negras de la tristeza patológica. Datos recientes de la Organización Mundial de la Salud apuntan que 350 millones de personas sufren de depresión, entre ellos menores, y la República Dominicana figura entre los diez primeros países de la región con los índices más altos, un 4.7%.

La depresión y la ansiedad van en aumento y los más pequeños del hogar no están exentos de este mal. Se estima que cerca del 20% de los adolescentes han experimentado un estado de depresión en algún momento de sus vidas. Pero, ¿cómo puede un niño pequeño sin problemas aparentes, sin grandes responsabilidades en la vida, padecer de un mal adulto como la depresión?

No es tarea fácil para los padres o para los mismos profesionales de la salud mental detectar esta situación. Mientras los libros que hablan de depresión enumeran entre sus características: la tristeza constante, el desánimo, la poca iniciativa, la irritabilidad y los cambios en los patrones de sueño; en los infantes el cuadro de depresión podría ser totalmente diferente, con señales que llegan a confundir hasta al más diestro de los profesionales de la salud mental.

Cuando se habla de depresión muchas veces los adultos buscan en los niños síntomas de adultos y ahí se desencadena la confusión y la falta de seguimiento al caso. El adulto no ve rasgos parecidos a la depresión que por definición o experiencia conoce.

En el caso de los niños más pequeños la depresión es difícil de diagnosticar porque presentan rasgos de hiperactividad, irritabilidad y enojo. Todo parece molestarles y pueden llegar a ser agresivos con sus amigos.

“Según los estudios realizados el cerebro de un niño es inmaduro y sus reacciones son paradójicas... si el depresivo adulto presenta tristeza, llanto o trastorno del sueño, en el niño en cambio no es así. Los pequeños, en estos casos, pueden llegar a manifestar hiperactividad, agresividad y trastornos del sueño en dos niveles; mientras a algunos les cuesta dormir, otros duermen en exceso”, explica el psiquiatra infantil, Jacobo Rafael Fernández.

Las quejas somáticas relacionadas con dolores de cabeza, dolores de estómago y mareos son también señales de que un chiquito podría estar iniciando una depresión.

El experto en salud mental y consultor de la OMS, Marc Van Ommeren, explica que “una de las mayores dificultades radica en diferenciar el estrés, la ansiedad o la depresión, síntomas comunes de la fase de crecimiento, que corresponden a la adolescencia”.

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Infografía

Caldo de cultivo

Las causas de depresión en los chicos están relacionadas con problemas biopsicosociales. Bajo estas circunstancias, como se trata de trastornos de sustancias químico-cerebrales, la depresión en algunos casos puede afectar el lenguaje ocasionando pérdida del vocabulario ya adquirido y falta de concentración. Toda una combinación que lleva al fracaso escolar y hunde más al chico en la tristeza.

En el aspecto social hoy día los padres se enfrentan a la competencia desleal contra las redes sociales, elementos que influyen notablemente en el estado de ánimo de los niños y adolescentes. La doctora Miguelina Justo, psicóloga clínica, explica que, mientras algunas investigaciones confirman la relación entre el uso de las redes sociales y la depresión en los chicos, otras lo descartan totalmente. “Este sigue siendo un tema controversial”.

Un factor de importancia es la herencia de padres depresivos. Si los dos padres han presentado casos de depresión entonces las posibilidades aumentan. También influye el aspecto social y cómo educamos a nuestros hijos. “Los padres a veces estigmatizan a los niños y ellos acaban entendiendo que no son valiosos y desarrollan episodios depresivos”, explica Fernández.

Si bien es cierto que existen factores bioquímicos que pueden detonar el estado depresivo en los niños, el ambiente familiar juega un papel importante. Aunque no todos los tipos de núcleos familiares contribuyen a desarrollar los cimientos de la depresión en un niño, las familias más propensas a contar con integrantes que pueden sufrir de tristeza patológica tienen ciertas características:

Las familias violentas. La agresividad, los insultos y los malos tratos físicos y verbales son el pan de cada día y van forjando a un individuo que aprende a agredir. A través de la depresión se agrede a sí mismo.

Las familias perfeccionistas. Los chicos son educados para ser los mejores, los “más”, con las mejores calificaciones, mejores deportistas, donde se valora la competitividad, pero al mismo tiempo se descalifica a los que no llegan al máximo nivel. Las comparaciones están a la orden del día y no hay espacio para el error. Los niños que manejan una alta carga académica pueden sentirse presionados ante un entorno perfeccionista.

Las familias descalificadoras. El niño no se siente querido, ni apreciado. No existen elogios para las actividades cotidianas, ni frases de aceptación, porque se entiende que pueden llegar a malcriar al niño.

Señales de alerta de una depresión persistente

- Aislamiento.

- Intento de fuga.

- Duermen poco o mucho. Aparecen las pesadillas.

- Pierden el apetito o comen exageradamente y suben de peso.

- Se les dificulta concentrarse.

- Bajo rendimiento escolar.

- Quejas constantes de enfermedades físicas.

- Pensamiento suicida.

- Busca excusas para ausentarse de la escuela u otras clases.

Cómo mejorar el entorno del niño

-Dedicar tiempo a los niños, jugar con ellos, conversar sobre sus logros.

-Facilitarles elementos estimulantes, juegos, espacios para desarrollar el arte, la disciplina deportiva.

-Decirles que son queridos y apreciados.

-Darles libertad en entornos seguros.

-Dejar que se sientan capaces de realizar pequeñas tareas.

Texto: Gladyori A. Rodríguez / Fotos: Shutterstock.

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