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Amanece dentro

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Amanece dentro

No sé qué hora es. Afuera está oscuro. Llueve a cántaros y el golpear de la lluvia en la persiana me despierta. Me levanto despacio y salgo de la habitación para no despertar a mi esposa. El ruido de la lluvia acompaña mis pisadas, me acerco y a través del vidrio contemplo cómo llora el cielo, diría que con rabia. En la oscuridad me siento a gusto, me sé el apartamento de memoria y puedo caminar sin tropiezos. Acerco uno de los banquitos de la cocina a la ventana, me gusta la lluvia y a estas horas, donde el silencio es mi cómplice, decido esperar el amanecer. Tengo la tentación de hacerme un café, de escribir, de continuar el libro que estoy leyendo, de espantar mis fantasmas, pero sin esperarlo siento un nudo en la garganta y me asedian pensamientos tristes.

Miro el reloj de la cocina y faltan 22 minutos para las cuatro de la mañana, falta mucho para sentir el sol, si es que este día tendrá sol.

Pienso en mi vida, en el tiempo transcurrido, en mi familia, mis hijos, nietos, hermanos, amigos, en aquellos que se han ido, en tantas despedidas ya vividas, y doy gracias. La tristeza intenta acomodarse a mi lado, de repente este sentimiento de soledad que siempre me acompaña me embarga, este saberse único y diferente, este por momentos perdido ser humano que soy.

Cuelo el café para espantar la neblina del dolor que intenta posarse en mi memoria, me hago preguntas que ya sé que no tienen respuesta, la lluvia insiste como queriendo acompañarme y agradezco, respiro profundo, dichoso yo que tengo una nueva mañana, dichoso yo que me invento la alegría a cada segundo, dicho yo que voy haciendo camino al andar, dichoso yo que tengo esa capacidad de soñar y compartir mis sueños.

El aroma del café me acaba de despertar, me sirvo una taza generosa, pongo poca azúcar y, con la taza en la mano, camino al balcón para contemplar la lluvia que me salpica un poco.

Contemplo a través de la cortina de agua los apartamentos que me rodean, no hay ninguna luz encendida todavía, imagino la vida de sus ocupantes, seres solitarios como yo, felices o tristes que habitamos esta ciudad que por momentos se torna tan difícil.

Intento hacer una oración. ¿Estará despierto Dios? Siempre la misma pregunta, siempre las mismas dudas y siempre el mismo silencio. Mientras disfruto el café, algunos ruidos de la ciudad se comienzan a escuchar, siento nostalgia de mi juventud, rehúyo ver las fotos que tengo en los álbumes, ¿para qué? Si lo hago voy a encontrar unos rostros que ya han perdido su brillo, algunos amigos hermanos que ya se fueron y a esta hora no es conveniente invocar las lágrimas,

Hago entonces lo de siempre, esbozo una sonrisa y me digo que la vida merece vivirse, que he sido dichoso con todo lo vivido, que debo continuar mi camino sin esperar mucho y tratando de darlo todo... en algún momento quizás me sorprendan las respuestas y encuentre esa luz perseguida durante tantos años...

Este momento es único, lo sé. Nada se repite. Soy un hombre feliz. Ya lo decidí hace años. Amanece.

Ilustración: Ramón L. Sandoval