Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales

El viaje de la doña

Expandir imagen
El viaje de la doña

Todo comienza con frases lapidarias como estas: “a la gente hay que visitarla en vida...”, “a mí que no me manden flores en el velorio, yo prefiero que me vengan a ver...”. Para las hijas de doña Himilce, la Reina de nuestra familia, es una señal inequívoca de que la doña quiere viajar.

Tremenda faena porque la Reina es un ser especial y una viajera muy exigente. Como familia, ya hemos aprendido un par de trucos para garantizarnos un mínimo de estrés. Este último viaje, por ejemplo, lo avisamos con una semana de antelación cuando estaba todo acordado. Por supuesto, vinieron las quejas y los reclamos de que el tiempo “no iba a ser suficiente” para tantas cosas por hacer. Comparto el listado familiar de pendientes, todo con suficiente nivel de drama como para ordenar un galón de té de tilo para beber a sorbitos.

• El salón: no se planifica un viaje de un día o de un año, sin antes pasar por el salón de belleza para un retoque general: tinte para las canas o baño de color, corte de puntas, manos y pies, limpieza facial y cualquier otra cosa que sea necesaria. Por aquello de que hay que poner la mejor cara cuando se viaja, no se escatiman gastos, ni días.

• Compras y encargos: los viajeros dominicanos tienen un lugar especial en el corazón de los que trabajan en aerolíneas y aduanas en todas partes del mundo. El que ha osado abrir una maleta criolla en Hong Kong o en Nigeria se puede llevar un susto.

En una ocasión, a bordo de un avión a punto de despegar, tuvimos que bajarnos por causa de un accidente interno: se destapó “por error” un locrio de arenque en la cabina y los gringos no comprendieron el olor, armándose una estampida hacia la puerta temiendo un ataque biológico. La doña responsable del aroma ni se inmutó y su explicación fue muy simple con cara de “¿cuál es el show? Fue un encargo de un sobrino y en “lo paíse” el bacalao no sabe igual. Nos quedamos pensando que si eso fue lo que se atrevió a meter en la maleta de mano, lo facturado requería de una intervención internacional.

A lo anterior se le suma desde salami hasta mondongo, pasando por todo tipo de dulces, potes, champús y desrizados, productos que dicen en grande “prohibido su uso en Estados Unidos” y un largo etcétera. Si cabe en la maleta y puede caqmuflajearse, viaja sin visa.

Volviendo a la doña de mi casa, las compras y encargos para el viaje se toman de un día a dos. La lista simplificada es variopinta: café recién molido, casabe del fino, jalao del bueno, tablas de dulces importadas de Baní, una que otra botellita de etílico criollo y, si hay tiempo y dependiendo del anfitrión, alguna delicia hecha a mano, como los 400 polvorones del viaje a Puerto Rico del año pasado que casi nos puso en riesgo de deportación. Por supuesto, todo bien empacado para que no se vaya a maltratar. Porque el encargo maltratado demuestra poco interés (del libro de la sabiduría de doña Himilce, objeto de otro escrito más adelante).

• La maleta: al viajero se le conoce por su maleta, decían los abuelos y el tercer drama se presenta con el equipaje que tiene que estar en perfectas condiciones, bien armado y a prueba de imprevistos. Para la organización de la maleta se llama a una de mis hermanas, experta en dobleces de pantalones y con el don de mando suficiente para tranquilizar a la doña y razonarle, sin faltarle el respeto, que 12 pares de zapatos no son necesarios para tres días. De tres maletas se baja a una mediana para dejar a la doña medio conforme y haciendo pucheros.

Llega el anhelado día del viaje. La doña lo ha barajado cien veces por el perro, la casa, la luz y un queso que se le va a dañar en la nevera. Con la herencia repartida y habiendo dejado el número de teléfono a cada vecino del edificio, “por si acaso”, logramos entre tres montarla en el carro y salir hacia el aeropuerto. No hay descanso hasta que el avión aterriza sano y salvo en el lugar de destino con nuestra preciosa carga.

Porque es verdad que la doña se las trae, pero también hace falta. Y verla feliz y contenta, cumpliendo “en vida” sus deberes familiares, es toda la paga que un hijo necesita, ¿verdad?

Ilustración: Ramón L. Sandoval

TEMAS -