Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
columnistas

Esta vez Cannes

Expandir imagen
Esta vez Cannes

Fui invitado por Ivette Marichal, de DGCINE, y Omar de la Cruz, de Funglode, al festival de cine de Cannes. Brinqué de entusiasmo con la sola idea del viaje, al fin estaría en el paraíso de la cinematografía.

Aterrizo. Me instalo. Desde el balcón del apartamento veo el mar. Sobre los techos de Cannes sobresalen algunas antenas y en muchas de las terrazas vislumbro jardines de grandes árboles. Hoy un enorme trasatlántico se asoma en el horizonte, son muchos los que llegan al día cargados de turistas. Se me antoja que esta ciudad es una ciudad alegre, despreocupada, sin la prisa de las grandes urbes. En el puerto, y frente al pabellón de cine nuestro, una colección de yates que producen asombro, las tiendas, las calles, los restaurantes y bares, todo gira en torno al festival de cine que este año celebra su 71 aniversario. Grandes filas de miles de personas en las puertas de los cines, gente vestida de todas las maneras, un esmoquin, un traje largo de lentejuelas y, a su lado, alguien en jeans, otro en sandalias y pantalones cortos con camiseta. Algunos jóvenes, y otros no tan jóvenes, portan carteles pidiendo invitaciones, vestidos desde las 10:00 a.m. con sus mejores galas. Esperan que a alguien le sobre una invitación y lo invite a participar de algunas de las galas. Alrededor de la alfombra roja se arremolinan multitudes con la esperanza de ver a sus ídolos del cine, en esta ocasión Penélope Cruz, Javier Bardem y Ricardo Darín encabezan la lista. Cuando la multitud descubre a un artista y lo reconoce se escuchan los gritos y aplausos, disfruto de este carnaval de la industria del cine.

Los restaurantes y cafeterías todos llenos de turistas que, como yo, viven la experiencia; muchos actores vienen con la esperanza de ser descubiertos y otros guionistas o productores a vender sus sueños; se respira cine, se desayuna y cena cine. En las noches se multiplican los cócteles y fiestas privadas para las cuales se requiere invitación; las hay de todo tipo, algunas informales, otras a bordo de los yates y otras en hoteles o apartamentos alquilados para la ocasión.

Nadie me toma fotos ni pide autógrafos, soy el desconocido más feliz. Un grupo de fotógrafos que se la busca puede tomarte fotos, te da un una tarjeta y luego te la cobran, ni los miro. Algunas aspirantes a actrices posan como divas, las observo, me divierto, estoy en el carnaval del cine donde cada país apuesta por su producto

Salgo de un cine para entrar a otro. Para no perder tiempo me compro una baguette y de pie, frente al pabellón dominicano, me lo engullo como un francés más. No tropiezo con ninguna estrella aunque sé que están; llegan en carros negros directamente a sus ruedas de prensa o estrenos; de lejos vi a Penélope, se hizo la que no me vio, luego Javier y un paquete de gente que no conocía. Saludan a su público, sonríen, son los famosos y pienso que esta parte debe ser la más difícil de manejar.

Me siento urgido de un baño. Con tantas emociones se me había olvidado orinar. Desesperadamente corro y no encuentro nada. Veo un puesto de información y con cara de anciano en apuros pregunto torciendo la boca por “le toilet” (así se dice en francés). Una mujer me mira y dice muy correctamente en inglés afrancesado: para estar aquí se recomienda ‘hacerse un nudo’.

–¿Dónde?

Ella se ríe. Qué alegría me da. El festival se ha convertido en un chiste. José María Cabral, que está a mi lado, explota de la risa.

Ilustración: Ramón L. Sandoval