Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
columnistas

Una historia de amor

Expandir imagen
Una historia de amor

Esa noche estábamos en la azotea de la casa de Ramón y Nancy de La Habana. Una luna inmensa coqueteaba con las tímidas estrellas. El cielo socialista es igual al capitalista en que vivo, no entiendo. Celestino cantaba acompañado de su guitarra, Ramón decidió apagar las luces y dejar que la luna nos iluminara. El ambiente invitaba al recogimiento y la música que emanaba del cantor nos emocionaba a todos. Una a una, su repertorio, del cual algunas ya conocía, fue surgiendo espontáneamente. Hacía un frío inusual. Nancy nos preguntó si queríamos protegernos y todos dijimos que sí y, ella, sin esperar mucho nos entregó a cada uno algunos de sus variados chales. Nos abrigamos todos agradecidos, Celestino en ningún momento dejó de cantar, el ambiente tenía un color mágico, como si todos, bañados por los rayos de la luna, de alguna manera fuéramos bendecidos.

–Esta canción la escribí de un tirón –hizo pausa antes de entonarla y fue entonces cuando la emoción rebasó mi corazón.

Celestinito es católico comprometido, de aquellos que sabe que Dios es su padre y que Jesucristo es el único camino para llegar al cielo prometido. Pude ver en su mirada un brillo diferente a pesar de la poca luz. Nos contó que trabajaba con niños especiales en un hogar de La Habana.

–De vez en cuando los llevamos a la playa por grupos porque son más de doscientos y es muy difícil manejarlos a todos. Algunos tienen daños cerebrales profundos, otros autismo, síndrome de Down, etc.

Fue entonces que le pedí que nos contara la historia detrás de la canción, no se hizo rogar.

–Odalys, una de las niñas, estaba en el patio. Sor Inés me pidió que la llevara al autobús que nos llevaría a la playa. Ella estaba como siempre, sentada en su rincón favorito, donde están los helechos y una pequeña fuente. Cuando llegué miraba hacia arriba como buscando en el firmamento una señal. La tomé de la mano y se resistió. Extraño, pues es la que más disfruta estar cerca del mar. Le hablé con cariño y se resistió con más fuerza, miraba fijamente un punto perdido.... Sor Inés me gritó que me apurara, que estábamos tarde y solo faltaba ella. Esta vez la tomé con fuerza para obligarla a que se fuera conmigo y, de repente, los gritos fueron tremendos, pataleaba, se retorcía y no podía explicarme lo que pasaba. En el segundo piso, donde estaban los varones en igual condición, estaba Pedrito, un muchachito que no caminaba en condiciones similares a las de ella. Nos miraba fijamente, como si lo que sucedía frente a él fuera algo imposible, no supe qué hacer y regresé donde la encargada y le expliqué lo sucedido.

Entonces la monja me hizo una pregunta desconcertante.

–¿Dónde miraba la muchacha?

–Tenía la mirada fija creo que en el cielo –le respondí.

–¿En el cielo o en algún punto fijo del balcón de los varones? Y si era en el balcón, ¿estaba Pedrito allí?

No entendí lo que me decía y ella, viendo mi asombro, procedió a explicarme.

–Esta es una vieja historia de amor. Pedrito y Odalys se aman, lo descubrimos hace tiempo. Por eso ella se sienta en el mismo lugar y su amado en el mismo punto del balcón. Se miran y en esa mirada, que ni tú ni yo comprenderemos nunca, radica el amor que se tienen, es el misterio de estos seres especiales. Odalys espera cada mañana que su Romeo se asome al balcón y lo contempla, y así nada más. Es el amor más puro que puedas imaginar.

Celestinito, emocionado con esta historia, corrió hacia su guitarra, tomó papel y lápiz, y en una sola inspiración les escribió una canción.

Lo cuento como lo escuché esa noche en una Habana fría vestida de luna.

Ilustración: Ramón L. Sandoval